¿Y ahora qué?

F. Javier Cortés Martinicorena Estomatólogo. Doctor en Medicina y Cirugía

Estamos vislumbrando ya la salida del túnel COVID-19 aunque como todos sabemos no hay que echar las campanas al vuelo. La paciencia es la madre de la ciencia, es lo que dice un viejo aforismo. Con el relajamiento que está produciendo la posible contención de la pandemia, llega el momento de hacer introspección y se debería huir de posturas autocomplacientes. Como en toda actividad humana, ha habido luces y sombras. El poder tiende a ser autocomplaciente –ejemplos tenemos estos días- pero los soldados de a pie, mejor nos centramos en ser críticos. La tensión de fuerzas es lo que hace avanzar.

Los presidentes de las Sociedades Científicas y Colegios Profesionales regionales, 36 en total, han respondido a una pregunta formulada por una revista del sector –autocomplaciente, lo que decía- sobre los cambios que se pueden esperar en nuestra profesión en el próximo futuro. De la variedad de respuestas ganan el pulso las que tienen que ver, por este orden, con: la comunicación online tanto con pacientes como entre profesionales; la implementación de medidas de protección frente a virus e infecciones; la digitalización; la necesidad del reconocimiento de las especialidades; y la necesidad de la prevención, todas ellas como piedras angulares de nuestra futura actividad profesional. Particularmente pienso que lo más urgente es el reconocimiento de las especialidades. Este proceso de consenso necesario se está demorando demasiado. Según noticias recientes, el proyecto de Real Decreto sigue su curso, va cumpliendo etapas. Ojalá después del verano haya noticias concluyentes.  Con ello ganaremos todos: nosotros y nuestros pacientes.

A la comunicación online con los pacientes le veo un recorrido limitado porque nuestra especialidad necesita la presencialidad para la mayoría de los tratamientos. Pero es verdad que la prevención y el consejo sanitario deberán ir ganando terreno y esto se puede hacer telemáticamente.  No así muchos diagnósticos y prescripciones medicamentosas. La pandemia ha mostrado el aumento de prescripción de antibióticos sin suficiente justificación. Por otra parte, la digitalización vendrá impuesta por el imparable avance tecnológico y la manera de trabajar y relacionarse de las nuevas generaciones. Ya es una realidad: es el curso de la vida. Y lo que parece indudable es que las nuevas medidas de protección se deben incorporar al protocolo “sí o sí”, como se ha puesto de moda en el hablar coloquial. Por si no lo éramos ya, ahora somos plenamente conscientes de que trabajamos en una “nube de aerosoles”. Y esa nube contiene todos los patógenos. El SIDA nos hizo incorporar la barrera del guante; la COVID-19 nos ha hecho incorporar las barreras frente a aerosoles.

Algunos compañeros expresan el deseo
de la “humanización” de nuestra actividad
frente a posturas mercantiles. Habrá
que repetirlo hasta la saciedad: somos
médicos de la boca, no vendedores.

Pero junto a estas predicciones en las que coinciden la mayoría de estos compañeros consultados, algunos expresan unos deseos. El primero, y el que me parece más acertado,  el deseo de la “humanización” de nuestra actividad frente a posturas mercantiles. Habrá que repetirlo hasta la saciedad: somos médicos de la boca, no vendedores. Como colectivo profesional de la salud es algo irrenunciable, no lo podemos obviar. Cada día se avanza más en el conocimiento de cuántos factores de la salud general está en relación a la salud bucodental y viceversa. Esto no debería ponerse sobre el papel por su obviedad. Pero los primeros que lo deben entender son los responsables políticos de la regulación de la actividad sanitaria. Hay demasiada permisividad hacia entramados mercantiles que se benefician de las necesidades de la población para hacer negocio a costa de su salud. En algunos casos con una falta absoluta de escrúpulos. Suficientes ejemplos ha habido en los últimos años. Hacen daño a los pacientes y a la sociedad. No sé si es falta de voluntad política o simplemente desidia, abandono. Aquí los que perdemos somos todos: sociedad, pacientes y profesionales. El futuro de la salud y de nuestra actividad pasa también por que se aborde esta anomalía.