La organización de congresos científicos ha sido una de las importantes y beneficiosas aportaciones de las sociedades científicas a la profesión, por su labor de difusión del conocimiento y también en menos medida, pero no despreciable importancia como punto de encuentro en el que fomentar el compañerismo en la profesión, rompiendo con nuestro habitual aislamiento en el día a día. Los dentistas implicados en su funcionamiento vienen prestando un esfuerzo digno de reconocimiento.
Así ha sido y así debería seguir siendo, independientemente de que, la aparición de las nuevas tecnologías de la comunicación nos permita la conexión a través del plasma.
Últimamente venimos asistiendo a eventos científicos, puntuales quede claro, en los que ni el compañerismo ni la ciencia ocupan el primer lugar. Sus organizadores ponen su objetivo en los números, “más salas a la vez que pistas tiene el mayor circo del mundo”, “más de 4.500 asistentes”, “más de 70 empresas participantes”, y eso traducido en euros podemos imaginar lo que supone.
La parte científica se mantiene en nivel, afortunadamente.
La parte social deja mucho que desear, esa conversión en la que la empresa de servicios se come a la científica, desemboca en una atención al congresista tipo” low cost” pero a precios de inscripción “business class”, ni agua, no digo una mariscada, es que ni agua, literal.
Ya no somos compañeros, ya no somos iguales, ahora hay “accesos vip”, solo para ponentes y organización, que llueve, pues se aguante usted y recorra los cien metros o más hasta su zona de acceso.
La exposición comercial, que así la llaman, más parece un “Bazar”, con permiso de los grandes bazares que conocemos, las empresas también merecen un reconocimiento y una atención.
Lo que mejor acaba funcionando es lo que no aporta la sociedad o empresa, es la buena acogida de la ciudad a los asistentes.
Otro detalle que no podemos dejar de pasar es ese desprecio de algunos conferenciantes, profesores de la Universidad Pública Española, a la lengua de Cervantes. Hace unos años me sorprendió, con agrado, una ponente mexicana, afincada en los Estados Unidos de Norteamérica, pidiendo disculpas por si cometía algún error al hablar, pues hacía años que su idioma científico era exclusivamente en inglés y aunque había traducción simultánea nos quería hablar directamente. Nunca he escuchado por medio de traducción fuera de Cataluña a un conferenciante catalán, ni gallego o vasco, pero mira por donde los que vienen de comunidades en las que la lengua de Cervantes es la única oficial, nos tienen que hablar en inglés, algunas malas lenguas dicen que es para encajar sus posibles errores al traductor, yo creo que es otra cosa, pero me la callo que puedo equivocarme.