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Intento estar al día de la actualidad no solo en lo profesional sino también en lo que pasa en el mundo en general. Estos días los medios de comunicación nos han anunciado el desafío de los estudiantes de muchas universidades americanas ante la postura del “establishment” docente en el conflicto de Gaza, los supuestos vínculos con la industria armamentística y con él, por ellos llamado, estado genocida israelí. De repente ha venido a mi memoria la actitud combativa de la universidad española en los años 75, los estertores del franquismo. Y no he podido evitar el encontrar cierto paralelismo. ¿Cuál es el nexo de unión?, me he preguntado. Y en esa dinámica estoica de hacer preguntas para buscar la verdad en la respuesta (o al menos una verdad útil), me he contestado a mi mismo que quizá el punto en común fuera, en aquellos tiempos como en estos, la motivación por construir un mundo mejor, inherente a la juventud y consecuente con la idea de que en la lucha del camino está la virtud. No tanto en el resultado del destino. El hecho de que el mismo Séneca dijera que no se puede conseguir la felicidad sin vivir de acuerdo con la virtud (no olvidemos prudentemente que, de todos modos, Séneca decidió suicidarse), pone en conexión la actitud de esos dos momentos de la historia estudiantil (la América actual y la España del franquismo) con la chispa de rebeldía que supone la lucha diaria por vivir de acuerdo con lo que uno cree que debe hacer para ser feliz.
Y aquí, en esa disquisición, en esta mañana de esperanzadora primavera, llego al quid de la cuestión que traslado a los estudiantes en general, a los de odontología en particular y por ende a los propios dentistas: ¿Estamos o están luchando por la virtud en busca de la felicidad? Llegados aquí me detengo y me doy cuenta de la ambigüedad y la retórica que hay en la pregunta, pero de todos modos busco y rebusco entre el mundo estudiantil e incluso entre los profesionales en ejercicio cuál es el motor de su día a día. ¿Qué les motiva y qué pretenden conseguir? Si en la rebeldía de las situaciones que he citado podría vislumbrar el deseo de cambiar el mundo, en mi entorno actual me cuesta encontrar en ello la razón, En todo caso el interés me parece más orientado a cambiar “el mundo de cada cual”. Fruto de ello, en mi búsqueda, no veo en general, en el estudiantazgo actual, al menos en el que yo conozco, la chispa de rebeldía de la que he hablado. No veo movimiento social ni implicación política, mas bien veo el interés en el resultado. En conseguir acabar la carrera lo antes posible y acceder al duro mercado de trabajo para disponer del estándar de vida que corresponde a unas expectativas previas, a menudo distorsionadas. Y lo mismo en relación al profesional en ejercicio que, devorado por la realidad, valora la virtud del día a día en función del resultado, económico o de reconocimiento social, más que del esfuerzo cotidiano. Y no es que estas actitudes no estén exentas de legitimidad ni mucho menos. Con toda certeza no todo el mundo está por la labor de la tensión continua, no todo el mundo es deportista de élite enfrentado a la necesidad de una constante superación, ni la mayor parte de profesionales y estudiantes perciben que su trabajo discurre por aguas bravas. Lo normal es que sientan que reman, con todas sus fuerzas, en un rio de aguas tranquilas camino del final. Pero convendrán conmigo, o no, que de entre esas almas de espíritu crítico que encuentran la felicidad en la lucha y que consideran el esfuerzo como un fin en sí mismo, entre esas almas, en la España del franquismo y en la américa estudiantil de la actualidad, surgieron y surgirán las figuras, los líderes realmente determinantes en el mundo. Ellos son los que introducen reflexiones contrapuestas, que, aunque no siempre mejoran “su mundo “particular, sí que han dado y seguirán dando argumentos para lo que los japonenes llaman el “kaizen”, la mejora contínua de nuestra sociedad en su conjunto y de nuestra profesión en particular. No es tanto el resultado final como la virtud y el esfuerzo en el camino lo que supone esa “mejora contínua”. Y entre tanto, como les decía , en esta esperanzadora mañana de primavera, yo busco y rebusco … incluso en el espejo.