Debido a la diversidad de situaciones que enfrentaremos en nuestra actuación como dentistas, deberemos ser capaces de discernir en qué consiste una correcta intervención profesional y en qué no, con el objetivo de favorecer y beneficiar el bienestar y la calidad de vida de los pacientes.
De ahí la necesidad de revisar la correlación dentista-paciente, mediante un proceso de reflexión adaptado a los cambios que experimenta la sociedad y la relación con los demás profesionales de la salud. Disponemos de la responsabilidad de trabajar en equipo y proporcionar una respuesta compartida que garantice a la vez los derechos y las necesidades de todos. Para conseguirlo es necesario adoptar cuatro principios básicos: 1) El diálogo, como mecanismo que nos permite llegar a acuerdos y establecer consensos, soluciones compartidas y criterios generales de intervención, 2) la razón, que nos ayuda a construir respuestas racionales y razonadas, 3) la sensibilidad ética, que nos permite captar conflictos éticos y distinguirlos de los problemas técnicos, legales o convencionales, y 4) La autonomía moral, que nos impulsa a actuar con libertad y decidir con plena responsabilidad frente a los conflictos.
“El criterio clave de la ética profesional es
la buena intervención en el acto sanitario“
El criterio clave de la ética profesional es la buena intervención en el acto sanitario, la que garantiza el bienestar y los derechos y necesidades de los implicados. Tiene que centrarse en la reflexión crítica frente a situaciones dilemáticas de la práctica profesional, más que en la transmisión de códigos normativos o de buenas conductas.
La práctica sanitaria plantea retos éticos reales como la relación profesional-paciente, la confidencialidad, el secreto profesional, el consentimiento informado, la aceptación de participar en ensayos clínicos, la distribución justa de los recursos y el esfuerzo para evitar la masificación en la asistencia. Quienes experimentan esta relación directa con el paciente deberían tener la capacidad de influir en la gestión del sistema sanitario, porque los profesionales consideran que gozan de poca libertad en el momento de decidir sobre aspectos de su responsabilidad profesional cuando tienen que ver con la administración.
Esto tiene una gran repercusión en sentirse bien valorado por los pacientes. por los demás profesionales y por las organizaciones donde se ejerce la actividad, porque nuestra práctica se enfrenta a desafíos como la necesidad de la salud, los recursos de que se disponen y la gran dependencia del sector empresa.
Para la renovación del código deontológico nos corresponde tener en cuenta la sensibilidad ética, las habilidades y competencias de los profesionales, y el análisis crítico de las guías de valor que el contexto histórico, social y cultural ha ido construyendo.
Es necesaria una sensibilidad ética y una apertura emocional por parte de los profesionales frente a situaciones y hechos que atentan contra los derechos de los usuarios y contra la justicia social.
En este sentido, el primer paso que nos atañe es la capacidad de sentir sin racionalizar, de captar emocionalmente las injusticias, los tratamientos incorrectos y los abusos, estrictamente vinculados con las experiencias de vida de cada uno, porque se es más sensible en la medida que se es capaz de vivir en la propia piel determinadas situaciones problemáticas y de participación directa.
Entre las habilidades y competencias que se requieren está el “juicio moral” como ejercicio de dilucidación mental, que permite reflexionar sobre como deberíamos modificar u orientar nuestra acción para que asegure el bienestar y la calidad de vida de las personas implicadas. Nos permite generar diferentes alternativas a un problema y sopesar las diferentes consecuencias positivas o negativas de cada una de ellas, tratando de equilibrar las diferentes fuentes de tensión presentes en los problemas éticos profesionales como la propia ideología del profesional y las obligaciones del paciente, de la propia profesión, de la entidad que contrata y de la sociedad.
También estarán englobadas la comprensión crítica de la realidad, que faculta para obtener el máximo de información posible de una determinada actuación, contrastarla con experiencias anteriores o con situaciones parecidas y actuar asumiendo la plena responsabilidad y las habilidades dialógicas necesarias, es decir, establecer diálogos fluidos que se encaminen a la búsqueda de acuerdos y consensos.
«Es necesaria una sensibilidad ética y
una apertura emocional por parte de los
profesionales frente a situaciones y hechos
que atentan contra los derechos de los
usuarios y contra la justicia social»