Opinadores de todo, entendidos en nada

Fernando Gutiérrez de Guzmán
Editor

Qué lamentable sensación de vivir en el país de la fantasía, y en su sentido más negativo.

Desde que el Covid-19 se instaló entre nosotros, sus dramáticas consecuencias son mucho más que esas guerras de cifras en las que se banaliza el número de infectados y más grave aún el de fallecidos, como si esto fuese un juego de ordenador, y esto es todo menos ficción.

Veo en la televisión a un ministro queriendo enseñarnos como ponernos la mascarilla y acabar con ella en el suelo, o a un consejero diciendo que, si uno infecta a cinco y estos a otros cinco cada uno, tenemos veinticinco infectados, vamos que seis más o menos les da igual, así salen las cuentas. Veinticinco mil muertos o treinta y uno mil no es lo mismo, son seis mil dramas humanos más, multiplicados por sus allegados en cuanto a número de personas.

Para informar de una pandemia nos sacan a un montón de uniformados, con todo mi respeto a estos servidores públicos, necesarios en otros ámbitos, pero quién les manda es tan ignorante que envía a la lucha informativa contra una pandemia a policías y militares. No han comprendido que el problema de base no es de “Orden público”, es de” Salud pública”.

El problema de base no es de “Orden
público”, es de ”Salud pública”

La sensación que tengo es que nuestros políticos no han dado la talla, claro que eso ya me lo esperaba, en un país en el que para ocupar un espacio en una lista electoral prima más el pegar carteles y acudir a mítines, que los méritos académicos es de esperar. Porque lo escandaloso a efectos prácticos no es si después de hacer una licenciatura te regalaron el Máster o el Doctorado, lo escandaloso y patético es que, por sus conocimientos de geografía, gramática, matemáticas o leyes elementales de la física, a algunos parece que hasta el bachillerato les han regalado.

No es de extrañar que ahora planteen que, en los estudios de bachillerato, o como quieran llamarlos, se pase de curso y obtenga el certificado sin aprobar, es decir sin acreditar los conocimientos, si a ellos les ha ido tan bien con su ignorancia, qué necesidad hay, no comprenden que antes de aprender a multiplicar hay que saber sumar.

Ahora plantean habilitar para el ejercicio de la medicina o de la docencia a quién no lo está, todo da igual, ¿por qué antes no podía y ahora sí? No hay nadie tan seguro de lo que hace como el ignorante.

“No hay nadie tan seguro de lo que hace
como el ignorante”

Esto es un desprecio al conocimiento, donde los relegados a la hora de asesorarse han sido una vez más los que saben, mucho o poco, pero los que saben han sido ignorados y relegados.

Da igual lo que diga la comunidad científica, “el elegido por el pueblo he sido yo”, brillante forma de entender el mandato de las urnas.

Pero en todo ese desastre uno se puede sentir orgulloso de pertenecer al colectivo odontológico, con independencia de las necedades políticas a las que el presidente del Consejo nos tiene acostumbrados, que todo no puede ser perfecto, el conjunto de esta profesión ha sabido responder en tiempo y forma. Los Colegios en su conjunto y con especial impacto los más grandes como Madrid que consiguió batir récord de asistencia a su webinar sobre prevención en las consultas, los distintos protocolos que, desde instituciones colegiales, sociedades científicas, asociaciones e incluso a nivel individual se diseñaron, siguiendo los criterios del conocimiento científico, estuvieron disponibles en el primer mes del confinamiento, un ejemplo de organización, dedicación y trabajo. Colegios, sociedades científicas, asociaciones privadas de dentistas, casas comerciales y otros, se dedicaron en el confinamiento a trabajar ofertando conocimientos por internet. Nada comparable con esa imagen de improvisación en el último momento que vivimos en la enseñanza a la hora de reincorporarse a las aulas. ¿Dónde estuvieron los responsables políticos y esos sindicalistas entre el quince de marzo y el uno de septiembre?

Los dentistas han sabido mantener sus consultas como lugares seguros y esto empieza por saber escuchar a quienes saben, estudiar, trabajar, y no opinar desde la ignorancia.

Los dentistas han sabido mantener sus
consultas como lugares seguros

Mientras los científicos piden una auditoría constructiva de la gestión de esta pandemia, los políticos se enzarzan en sus luchas de poder, y en vez de escuchar a quienes saben, acabamos en los tribunales.

Como digo, de la profesión odontológica si podemos estar satisfechos, solo ha destacado en negativo el de siempre, pero el resto ha dado la talla y se nota.