Dr. Luis Giner Tarrida, decano de Odontología de la Universidad Internacional de Cataluña y Dr. Rolando Peniche Marcín decano de Odontología de la Universidad Anáhuac Mayab (México)
En general debemos de liderar constantemente, desde nuestra propia vida a otros entornos, ya sean personales, familiares o profesionales, si bien cada uno tiene diferentes habilidades naturales de liderazgo, también podemos aprender a liderar mejor, sobre todo cuando nuestras decisiones afectan a diferentes personas.
Si revisamos la definición de líder vamos a encontrar múltiples opiniones y percepciones al respecto. Citamos algunos ejemplos:
“Eres líder cuando al mirar atrás ves a gente siguiéndote”
“Líder es el que se adelanta al futuro para preparar el camino para quienes lo siguen”
“El líder inspira, influye para lograr un objetivo”
“Toma decisiones difíciles”
“El que eleva a las personas de su entorno”
Nos referimos a un tipo de liderazgo llamado “Líder de acción positiva” que tiene la característica principal de servir y que se percibe así mismo como un formador que acompaña al crecimiento de las personas o de la organización, que conoce las necesidades de su equipo, de cada uno de ellos y en el caso de un profesor universitario, de cada uno de sus alumnos.
Enfatizando el liderazgo al que nos referimos promueve una actitud que se define con esta acción “¿en qué te puedo servir?”.
Este líder tiene una triple mirada:
Como Mentor, conoce los dones y aspiraciones de sus mentorizados o asesorados.
Como Manager, procura garantizar orden, eficacia, eficiencia, procesos y resultados.
Como Promotor de un liderazgo de acción positiva y de Formación Integral basado en cinco dimensiones: Profesional, Intelectual, Humana, Social y Espiritual.
Este líder actúa bajo estas premisas con características que emanan de su propia forma de ser, es un líder que escucha, sonríe y se muestra vulnerable. No es perfecto y asume siempre su responsabilidad. Se interesa por su equipo y es puntual. Lo que pide hacer y ser es lo que hace y es. Es paciente con los desacuerdos y propone ejemplos para hacerse entender, dar retroalimentación honesta, reconoce los aciertos de las personas y gestiona sus emociones.
Con estas herramientas en el caso de nuestras universidades, este líder formador es un elemento humano indispensable para la formación de profesionales de excelencia y mejores personas. Tan necesarias en este nuestro mundo donde el aprendizaje está en constante evolución y el papel del docente se transforma de ser un mero transmisor de conocimientos a convertirse en un verdadero guía que acompaña, inspira y motiva a sus estudiantes, no solo a adquirir habilidades profesionales sino también a forjarse como seres humanos integrales. Más allá de las lecciones en el aula, es fundamental brindarles un acompañamiento emocional. El verdadero éxito no sólo se mide en calificaciones, sino en la capacidad de adaptarse, ser resiliente y no rendirse ante las adversidades. Esto implica enseñarles a reflexionar sobre valores ideales, así como a construir una mentalidad sólida, fundamentada en el respeto y la ética.
La evolución del conocimiento nos ha llevado a un desarrollo cada vez más rápido de la tecnología; y la revolución de la inteligencia artificial, nos lleva a tener procesos muy objetivos basados en los avances científicos, y dirigidos a situaciones particulares en cuanto a diagnóstico y planificación, con lo que tendremos el conocimiento ultimo e incluso una batería de decisiones ante las diferentes situaciones clínicas que afrontamos día a día.
Con lo que cada vez más lo que diferenciara a los futuros profesionales serán las “softskills”, como la empatía, la capacidad de atención, la información adecuada y asequible, el respeto por las decisiones del paciente, etc., y sobre todo la voluntad de servicio.
Es esencial para este profesor líder motivar a sus estudiantes a que no solo se conviertan en excelentes profesionales, sino también en seres humanos de excelencia. Deben aprender a ver a sus pacientes como personas con historias, no solo como enfermedades que deben tratar. La empatía se cultiva desde el aula, promoviendo la autonomía y dotándolos de herramientas, no solo técnicas, sino también humanas, sociales y espirituales.
Para que los alumnos logren un verdadero éxito profesional, basado en la formación integral y el liderazgo de acción positiva, el profesor debe convertirse en un modelo de autoridad racional, un referente ético que, con su propio ejemplo, enseñe a tomar buenas decisiones. Es indispensable, acompañar a los estudiantes en todo momento, escucharlos, trasmitirles tranquilidad y respeto, hacerles saber que, más allá de ser su profesor, hay alguien que se preocupa genuinamente por ellos.
La formación integral de un alumno va más allá de lo académico; También implica atender las experiencias y vivencias personales que llevan consigo fuera del aula o del laboratorio, o clínica universitaria. Es un concepto de líder formador capaz de reconocer la individualidad de cada uno de sus alumnos y fomentar un ambiente donde se sientan valorados, escuchados y apoyados en su proceso profesional, que en su paso por la universidad, debe ser transformacional, profesionalmente y personalmente.
En definitiva, los profesores con este perfil de líder mentor, manager, se convierte en un formador que inspira a sus alumnos a alcanzar su máximo potencial, no solo como profesionales, sino como personas integrales que actúan con ética y sensibilidad. En este camino debemos recordar que nuestros estudiantes siempre nos observarán, y es a través de nuestro propio ejemplo que lograremos inculcar en ellos las lecciones más importantes de la vida.