Las cosas de palacio van despacio

F. Javier Cortés Martinicorena
Estomatólogo. Doctor en Medicina y Cirugía

Ocurrió el pasado día 18 de junio de 2024 en que por fin se publicó la orden ministerial que amplía la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud (Orden SND 606/2024, de 13 de junio; BOE Núm. 147) que había sido aprobada en 2021 y preveía un calendario de implantación a partir de diciembre de 2022. Más de dos años de retraso. Sobre esta ampliación ya he dado mi opinión (Números 53 y 56) y, desde luego, bienvenida sea a pesar de sus limitaciones, a pesar de la oportunidad perdida de introducir cambios de calado en la planificación y gestión de los servicios odontológicos que hubiera podido propiciar dicho plan, y a pesar (¡también!) de que para la historia queda escrito en el Plan que lo sustenta, que los tratamientos pulpares son un “…ensañamiento terapéutico… y no son necesarios (sic)”. Me pregunto: ¿las AEDE, SEOC o SESPO no tienen nada que decir?

Se da la paradoja de que en esa misma fecha se daba a conocer que el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla es el primer centro en obtener autorización de la Agencia Española del Medicamento para el uso de piel artificial como terapia en grandes quemados. Investigación y terapia de primer nivel en colaboración con la Universidad de Granada, que contrasta con la precariedad y desatención a la salud oral dentro del mismo sistema de salud. Sin embargo, cada día está más demostrada la relación entre la salud general y la salud oral. No hace falta aclarar que ambas situaciones no son equiparables en absoluto, ni en gravedad ni en repercusión sobre la salud y calidad de vida de las personas, pero sirve para ilustrar las diferencias que alberga el sistema. Y todo ello en el contexto de una sanidad pública que retrocede. Según un informe dado a conocer por la Federación para la Defensa de la Sanidad Pública, el sistema sanitario público español empeora y aumentan las diferencias entre las comunidades.

La salud oral de los españoles ha mejorado mucho en las últimas décadas. Lo podemos constatar desde que tenemos datos epidemiológicos registrados y la realidad es incontestable. Así que esta es una idea para la reflexión: la salud dental ha mejorado a pesar de no estar incluida en la cartera de servicios… porque ya sabemos que sus determinantes son otros y que el sistema de salud juega un papel, sin duda importante, pero limitado. ¿Quiere esto decir que los referidos servicios pueden ser prescindibles en el SNS? NO, de ningún modo: en primer lugar porque el sistema debe primar la prevención y segundo porque, una vez perdida la salud y mermada la calidad de vida, estos servicios son necesarios para su recuperación y para el acceso de toda la población sin distinciones de nivel social.

La carga de trabajo odontológico en la segunda mitad del siglo pasado, en el conjunto de la atención dental en España, estaba muy volcada hacia la prótesis en los adultos. No es el momento de discutir por qué esto era así, pero la pérdida de dientes era muy superior a la actual. Los dientes ausentes se han reducido a menos de la mitad desde la encuesta de 1993 y el número de desdentados totales se ha reducido a una cuarta parte (7% vs 31% en 65-74 años). Son varias las razones que explican esta mejoría pero hay un denominador común: la cultura sanitaria dental de la población ha aumentado notablemente. Los avances en la salud oral se sustentan en ello. Lo que se hace necesario es que la sanidad pública incorpore cada vez más prestaciones que alivien la carga de enfermedad de los ciudadanos y, no me cansaré de decirlo, cree una Dirección que sea la responsable de la estrategia a seguir en este campo de la salud.