Era una tarde cualquiera, oscura y lluviosa de invierno en Reino Unido como muchas otras.
Había sido un día tranquilo hasta que entra la paciente de las cuatro con su marido.
Ella miraba al suelo como si la conversación no le importase mientras él me explicaba que como iba borracha se había caído al suelo en la gasolinera golpeándose en el pómulo y que querían que la revisara por si se había roto algo y si estaban bien los dientes.
Yo la observé de arriba abajo como habríamos hecho cualquiera y mi cerebro empezó a reaccionar, buscando un diagnóstico las preguntas empezaron a salir.
¿Cómo te has caído? ¿Cuándo? ¿Te duele? Déjame que te vea…
No obtuve respuestas.
Según me acercaba veo que lo que tiene en la cara es una marca redonda como la de un puñetazo en el cigomático y casi intuyo la marca de los nudillos en su piel.
Entones se me ocurre decir ¿Cómo te has caído dándote solo en esa zona sin darte en la nariz? Si te caes de frente, en la nariz también te tendrías que haber dado y según lo digo me doy cuenta de lo que tengo delante.
El marido refunfuña de nuevo diciendo que estaba borracha, que era una irresponsable y que no preguntará más.
El miedo me paralizo unos segundos, pero recordé el curso de cómo proteger a adultos vulnerables que había hecho hacía poco al llegar a Inglaterra, curso que pensé que jamás iba a utilizar.
Paso uno, alejar a la víctima del supuesto agresor.
Vale, pues vamos al panorámico a hacer una radiografía, usted se queda aquí, no puede entrar en la sala de rayos-x, mi auxiliar y yo traeremos a su mujer en dos minutos de vuelta, tenemos que ver si hay algo roto.
Mi auxiliar me mira extrañada pero me sigue…no la solía llevar a la sala del panorámico pero no me la iba a jugar dejándola a solas con él.
Salimos las tres.
Cuando entramos en la sala del panorámico le digo a la paciente, dime la verdad tu no te has caído, esta marca es de un puñetazo y sabes que lo tengo que denunciar. No habéis ido a urgencias de un hospital porque se iban a dar cuenta pero aquí tampoco pasa desapercibido.
La auxiliar le dice al marido que el panorámico está dando fallos y que vamos a tardar un poco más.
La paciente se sentó en el suelo confusa y cansada y yo me senté a su lado. La verdad que no sabía qué hacer, solo se me ocurrió contarle el cuento de la rana y de cómo la meten en una cazuela.
Al principio la rana que era friolera estaba muy contenta pero el agua se iba calentando a fuego lento hasta que al final la rana no tenía fuerzas para escapar y muere. El maltrato empieza así, si te hubiese dado este puñetazo el primer día no estarías aquí temblando a mi lado. Va poco a poco hasta que llega un día que no sabes lo que está bien o mal y ya es demasiado tarde.
Coge mi móvil, y métete en el baño de la clínica y llama al teléfono que tienes en la pared, es el de ayuda a las víctimas de maltrato. Tienes que hacerlo tu porque tienes que saltar de la cazuela ya.
A los cinco minutos teníamos a cuatro policías en la consulta. A ella la escoltaron al hospital para determinar las lesiones y el salió esposado.
Desde entonces entiendo porque en Reino Unido en muchos baños públicos tanto de bares, restaurantes, y centros médicos ponen el teléfono de ayuda a las mujeres maltratadas, porque es de los pocos lugares al que van solas.
Hoy dijeron en la televisión que en España según datos recientes moría una mujer por violencia de género cada tres días.
Creo que sería una buena iniciativa que lo hiciéramos en España también porque no importa en qué barrio tengamos la consulta, esta lacra afecta a todas las clases sociales, y tenemos como profesionales sanitarios que velar por nuestros pacientes.
Os animo a que pongáis el cartel del 016 en los baños de vuestras clínicas, porque un pequeño gesto puede salvar una vida.