La felicidad del dentista

Dr. Manuel Ribera Uribe, JMD, DDS, PhD Profesor de Gerodontología, Pacientes Especiales y Prostodoncia Presidente de Comité de Ética en Investigación y Medicamentos UIC Universitat Internacional de Catalunya

 Volvemos al trabajo. Volvemos de nuevo a reiniciar la actividad con la ilusión del comienzo, las fuerzas renovadas y dispuestos a reescribir de nuevo nuestra historia futura llena de buenos propósitos y con la confianza de que nuestros planes se cumplirán. LA historia interminable de Michael Ende, de la cual es imposible salir.  Nos enfrentamos a ello con la esperanza y el deseo de ser un año más feliz.

En este mundo cambiante la felicidad es cada vez más compleja de definir. Sospecho que ya nadie cree que ser feliz es acumular un sinfín de sensaciones placenteras. La complejidad de nuestro entorno social, familiar y por supuesto laboral va complicando cada vez más la posibilidad de ser felices. Salimos de una pandemia caminando de puntillas por si vuelve, hemos vivido cambios sociales y económicos suficientes para reconocer que como dice Yuval Noah la felicidad consiste en sincronizar las ilusiones personales con las ilusiones colectivas dominantes en cada situación.

Se vislumbra un importante aumento
continuado del número de profesionales que
no se corresponde con el aumento de la
demanda de servicios dentales

En la profesión se anuncia la ley de especialidades, se vislumbra un importante aumento continuado del número de profesionales que no se corresponde con el aumento de la demanda de servicios dentales, un incremento de la tecnología en el día a día y una imperiosa necesidad de formación para acomodarse a los cambios.

Nuestro equilibrio y nuestra felicidad va a tener más relación con la capacidad de que nuestra interpretación de la situación sea acorde con las expectativas del mundo que nos rodea, de nuestros pacientes y de nuestra familia y amigos. Sobre todo, porque no es necesario que todas las expectativas se cumplan. No es necesario que todo el mundo se compre un scanner ni que todo el mundo sea especialista en algo. Si que es necesario conocer nuestro entorno, hablar con los pacientes, con el personal de la clínica, adaptarnos a la situación y disfrutar de todo ello.

La pandemia que se va nos ha dado la oportunidad de hacer un máster en adaptación: personal, laboral, económica. También de incorporar mucho más el uso de la comunicación y de los nuevos métodos de comunicación a la relación con el paciente. Mas allá de la facturación, de la tecnología, etc. la felicidad del dentista debería estar centrada en la satisfacción de nuestros pacientes y en la relación de proximidad con ellos. De modo mayoritario nuestra profesión ya no es una profesión de emprendedores que al inaugurar sus clínicas adquirían unas expectativas sociales y económicas elevadas. Hoy en día los dentistas del sector privado trabajan en múltiples clínicas, con “owners” de distinta procedencia y con intereses también distintos. Ni todos los pacientes buscan estética, ortodoncias invisibles, diseño de sonrisas o periodoncia e implantes de alto standing, ni las expectativas de los profesionales pueden estar disociadas de las demandas de su entorno.

Nos toca empezar el nuevo curso acomodándonos a la realidad que nos envuelve, a las necesidades de nuestros pacientes y dar un baño de posibilismo a nuestras expectativas. Hasta no hace mucho tiempo la RAE definía la felicidad como “el estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Afortunadamente ya corrigió eso y ahora, para la RAE, felicidad ha pasado a ser “el estado de grata satisfacción espiritual y física”. Muy a menudo , al pedir a nuestros colegas una prolija descripción de su día a día , reconocen que , desgranados  uno a uno , los actos cotidianos son a menudo incómodos e insatisfactorios : levantarse temprano , llegar a tiempo , tratar a aquel paciente plomizo , permanecer en posturas no siempre gratificantes , bregar con los niños , la casa ….. Sin embargo, en su conjunto, suelen decir que son razonablemente felices. Posiblemente sean los que han conseguido sincronizar sus ilusiones con las ilusiones colectivas de su entorno y con las ilusiones personales de sus pacientes. Y en ello estamos todos.  

Mas allá de la facturación, de la
tecnología, etc. la felicidad del dentista
debería estar centrada en la satisfacción
de nuestros pacientes y en la relación de proximidad con ellos