Iniciamos en este número una serie de estudios sobre la Anatomía dental a través de la historia de la medicina y de la odontología. En principio nos centraremos solamente en el legado de los autores españoles. Aunque es nuestro propósito la elaboración de una historia de la anatomía propiamente dental, en ocasiones no queda completamente deslindada, pues forma parte de una región anatómica o, en otro orden, se añaden diversas enfermedades que afectan la estructura dental, aunque por nuestra parte intentamos buscar un camino orientado a nuestro propósito puramente “anatómico-dental”, pero a veces no queda otro remedio que ensanchar el paisaje para mejor comprensión de lo que el autor quiere exponer.
Bernardino Montaña de Montserrate.
No se saben con exactitud los datos que académicamente se consignan en las biografías de médicos y científicos. Se le supone su nacimiento catalán, acaso por su apellido, hacia 1480, fue estudiante probablemente en Montpellier, y ejerció como médico y cirujano del emperador Carlos V, desde 1537. En la universidad de Valladolid desempeñó la cátedra de Anatomía y allí escribió el tratado de esta materia. En esta ciudad debió fallecer hacia 1558.
El “Libro de Anothomia del hombre”.
En la imprenta vallisoletana de Sebastián Martínez se editó en 1551 el libro de Montaña de Montserrate con el título de Libro de la Anothomia del hòbre… Se estructura de comienzo a fin con la aprobación y tasa del tratado, por mandato del príncipe, signado por Juan Vázquez el 30 de octubre de 1551; va seguido de la tabla o índice del mismo, con división en dos partes, de doce y seis capítulos respectivamente: la primera ordenando la anatomía humana conforme al modelo tradicional, “a capite ad calcem”, y la última refiriéndose a la formación del feto, ocupándose asimismo de la muerte. Estos últimos asuntos son el puente que une el tratado propiamente anatómico con el remate del libro, que es un coloquio entre el autor y Luis Hurtado de Mendoza -Conde de Tendilla y Marqués de Mondéjar, a quien dedica la obra por ser su mecenas, no en vano ilustra la portada su escudo de armas y lo avala en la “Epístola dedicatoria”- que sigue, precisamente, al índice o tabla de dicho “sueño acerca de la generación y muerte del hombre” que tuvo Mondéjar.
Entrando de lleno en el asunto, se ocupa el autor en un proemio de definir qué cosa es “Anatomía” como “doctrina q enseña a conocer perfectamente las partes, de que esta compuesto el cuerpo humano; y su fabrica y tèplança, segun que còviene conocerlas al medico y al cirujano para la conseruacion y curacion del hombre”. El significado del vocablo es “diuisio perfecta” y el acceso a su conocimiento puede lograrse de dos maneras: primera, ejecutando la disección y aprendiendo por la vista y el tacto, para lo cual el que quiera aprender así deberá ir a las universidades donde se practica, es a saber, Montpellier, Bolonia o Valladolid, destacando en esta última y en dichos tiempos, las demostraciones del “Bachiller Rodríguez” -Alonso Rodríguez de Guevara-, cirujano; segunda, si bien más imperfecta, “por escriptura o palabra”, que es el caso del libro que emprende.
El apartado odontológico se aborda en el Capitulo. VI. En que se trata de la anothomia del rostro y de sus partes.
Comprende este territorio anatómico las siete partes siguientes: La frente, las sienes, las cejas, los ojos, las narices, las orejas, y la boca.
Llegados a la anatomía bucal, distingue dos géneros de partes, es a saber, las vnas exteriores, y las otras interiores, siendo las primeras Los carrillos y los labios y las segundas Las quixadas, los diètes y muelas, y las enzias, el paladar, la lègua, y la càpanilla, y las agallas.
La disertación sobre los dientes es tratada muy elementalmente, huyendo de una exposición asentada en la base galénica, que conoce y cita, dejando descripciones elementales al respecto, como sigue:
En quanto a los dientes, digo q son huessos hechos de naturaleza para el beneficio del maxcar..
Està enclauados en ambas quixadas, dellos cò vna rayz, y dellos cò muchas
El numero dellos ordinariamète es treynta y dos, aùque algunas vezes no se hallan mas de veynte y ocho. Más adelante, en el dicho coloquio entre el autor y el marqués de Mondéjar, en el que se construye el cuerpo humano a manera de una casa, como tantas veces se dio en el Renacimiento, se nombran los dientes de la siguiente manera: Ansi mismo estauà en este açaguan treinta y dos moços de cocina, cuyo officio hera moler los manjares duros, y aparejarlos para que de todos ellos se guisase en la cocina el dicho manjar blanco, anotando al margen: Estos moços de cozina sò los diètes y muelas.
Más allá de tan elementales observaciones, ni siquiera se detiene en una distinción del tipo de dientes, presta atención al recambio dental como núcleo de su mensaje, pero renuncia a exposición morfológica de incisivos, caninos y molares, que ni nombra.
Tienè dos difirencias gràdes d los otros huessos. La vna es q ningun huesso tiene sentimiento sino los diètes el qual sentimièto les viene por razò de vn neruio q penetra por cada vno dllos dsde la rayz casi hasta el cabo. La otra difirècia es q no embargàte q son mièbros seminales como todos los otros huessos, pero renueuàse naturalmète en el processo d la hedad lo q no haze otro ningun huesso, de lo ql vuo gran necessidad, porq los dientes que primero que primero nascè a los niños por tener como tienè toda la còplexion tan humida son muy tiernos, y las quixadas donde estan enclauados son ansi mismo blandas y la jùtura claual es de poca fuerça, y dmas dsto los muchachos la mayor parte dl dia maxcan, por las quales razones no es posible estar los primeros dientes firmes en el proceso firmes en el processo d la hedad, en la qual son menester duros y muy firmes para poder maxcar las viàdas duras que se comen.
Allegase a esto que los muchachos abundan mucho de superfluydades en la cabeça, las quales les desciendè a los diètes y se los comen y pudrecen, y por esta causa con todas las demas que auemos dicho, naturaleza tiene cuydado mientras se gastan los primeros aparejar nueua materia para engendrar otros.
Nota. Considerando esta mudança de los dientes, en el processo de la hedad algunos medicos hà tenido por opiniò q no son de naturaleza de huessos, antes pièsan que son miembros sanguinos, especialmente que veen por expiriencia segun dizen que no solamente bueluen a nascer en la niñez despues q se caen de primera instancia pero aun en la vejez bueluen algunas vezes a nascer despues d caydos dos vezes, y dizen por cosa muy cierta que vna mujer despues que naturalmente le falto su regla, y se le cayeron los dientes le boluio otra vez su regla, y ansimismo le nascieron dientes. Este caso será traído a colación en su “Tratado breve y compendioso…” por Francisco Martínez de Castrillo en el capítulo XVI, En que se ponen las cosas extraordinarias, y raras que me han dicho, y casos que me han acontescido, de esta manera: Dizen que a vna muger le falto su regla, y se le cayeron los dientes: y a los ochenta años le boluio su costumbre y a nazer los dientes.
Ante esta noticia corrida por el vulgo, el autor precave a futuros practicantes de la misma, dándola por no imposible, y da el consejo de que el que huuiere mudado una vez los dientes no se los saque cò esta confiança si no quiere hallarse burlado.
Ciertamente, el autor no entra a ocuparse de la anatomía en tanto que tal, pormenorizando morfología y función de la dentadura en particular, como cabría esperar, sino que apenas deja dos o tres ideas pues su experiencia, leída más que vista, no le ha proporcionado más bagaje, sin duda por la falta de ejercicio al dejarlo en manos de los iletrados barberos. Finaliza con una descripción somera de las encías, también de carácter intuitivo como desvela el correr del texto. Demas desto es d entender que sobre los huessos de las quixadas, y entre los diètes nasce vn genero de carne q llamamos enzias: la qual carne sirue para firmar los dientes en las quixadas, porque segun la poca fuerça que tiene la juntura claual si no tuuiesse otra ayuda facilmente se mouerian los dientes y muelas en su rayz con el mascar ordinario: y por esta causa quando se descarnan los dientes y se pierdè las enzias, o se apartan dellos por alguna ocasión si no se remedia luego no se puede esperar buena nueua de los dientes porque estan aparejados para mouerse y caerse, y miètras no se caen aprouechan poco.
La “Anatomía del hombre” de Bernardino Montaña de Montserrate es para los historiadores de la Medicina uno de los pioneros e importantes textos de su género, perteneciente a la renovación de esta disciplina llevada a cabo en el Renacimiento con el principal concurso de Vesalio y su “Fabrica”, publicada en 1543, como también la “Historia de la composición del cuerpo humano” del español Juan Valverde de Amusco, editada un lustro después del texto de Montserrate. Puesta en romance, queda al alcance “de muchos cirujanos y otros hombres discretos que no saben latin” -dice en la “Dedicatoria- de forma compendiada frente a los grandes tratados que, a su parecer, llevan al lector a no dedicarse al estudio de otra cosa. No son grandes ni mucho menos minuciosas las descripciones dentales, como queda dicho, pero tampoco de otros órganos en lo que él mismo denomina su “librito de anothomia”, pero siempre ha de tenerse como libro anatómico de referencia en el Renacimiento.