N. de Redacción: La pandemia ha obligado a que casi todas las reuniones de dentistas se cancelen o pasen a ser visionadas por el plasma. Los dentistas navarros cumpliendo con las más estrictas normas de protocolo sanitario han conseguido mantener presencial un festival que llega a su novena edición. La Dra. Beatriz Lahoz, presidenta del Colegio de Dentistas de Navarra cuando comenzó su andadura, nos cuenta la historia de este curioso y entrañable evento cultural.
Cuando en 2013 empezó la aventura de unir durante unos días el mundo del cine con el de la odontología y creamos en Pamplona el festival CIDE, la noticia que apareció en los medios fue que se trataba del primer festival de cine y dentistas del que se tenía noticia. La noticia no era del todo cierta, ya que unos años antes había tenido lugar un pequeño ciclo de Cine y Odontología organizado en Londres por el equivalente a nuestro Consejo de Dentistas. Puestos en contacto con ellos, nos comentaron que la iniciativa no había tenido éxito, y nunca llegaron a hacer una segunda edición. Pese a ese antecedente nada estimulante desde el Colegio de Dentistas de Navarra, y debido a una especial querencia por el mundo del cine decidimos poner en marcha aquel proyecto. Desde entonces y hasta ahora han pasado nueve años, nueve ediciones, y se han proyectado casi treinta películas en las que la temática de la odontología es el leit motiv. Hemos contado además con la visibilidad que nos ha proporcionado el programa de Televisión Española, Dias de Cine a quien agradecemos que se haga eco cada año de nuestro pequeño festival.
Previamente a que surgiera CIDE, se llevó a cabo una tarea de rastreo para saber si, realmente, el mundo de la odontología había estado tan relacionado con el mundo del cine como se pensaba y se descubrieron decenas de títulos que demostraban que los dentistas y su trabajo siempre fueron materia fundamental para los guionistas tanto del cine más comercial como del cine de autor o de propuestas más independientes.
Esta estrecha relación entre el cine y los dentistas surge desde los principios del cinematógrafo. En aquel momento en el que los protagonistas de las películas todavía no tenían voz, ya eran capaces de plantear gags humorísticos que tenían lugar en las consultas de unos dentistas que, naturalmente, no tenían los mismos métodos ni herramientas que en la actualidad. Así muchos aficionados recordarán escenas hilarantes con pacientes en sillones de una consulta que se rebelan y se mueven arriba y abajo, otros con enormes pañuelos anudados en lo alto de la cabeza para mitigar el dolor o gente tratando de huir de una consulta, entre otros recursos utilizados para provocar la risa en los espectadores. Eran los tiempos de Chaplin y de El Gordo y el Flaco, pero también de propuestas mucho más serias y dramáticas como Avaricia (1924) de Erich von Stroheim, una de las obras maestras del cine mudo que está protagonizada precisamente por un dentista. En Avaricia se pone de manifiesto la ruindad humana pero también se plantean muchas cuestiones que están asociadas a la práctica de la odontología como la importancia del título para convertirse en dentista, la exigencia de una licencia para practicar esa especialidad y unos cuantos aspectos que asemejan a los profesionales de hace un siglo con los de la actualidad. En 1924, el cine trataba ya el tema del intrusismo.
A lo largo de estos nueve años continuados, una de las constantes que se ha producido a menudo cuando se menciona esa vinculación entre cine y dentistas es que, en el imaginario colectivo, siempre aparecen títulos de referencia. Uno de ellos es sin duda Marathon Man, la película de 1976 de John Schlesinger. Está claro que la secuencia en que un maléfico dentista que tortura a Dustin Hoffman para conseguir información y lo hace con todo el material habitual en la consulta de cualquier profesional de la odontología, no dejó indiferente al público de la época. Pero la relación del cine con la odontología va mucho más allá de las películas que provocan miedo, pese a que El dentista (1 y 2) de Brian Yuzna sea también un clásico del género de terror y a que naturalmente el protagonista sea un enloquecido doctor llamado Alan Feinstone del que a nadie le gustaría figurar en su lista de pacientes.
Los vínculos del mundo de la odontología con el cine han ido cambiando mucho con el paso de los años y CIDE ha intentado recoger esta realidad. En cada una de sus ediciones se proyectan películas de distintas épocas, en ocasiones distanciadas en el tiempo más de ochenta años. Esto, unido a que se intenta que cada año se analicen distintas temáticas y problemas que han afectado y afectan a la profesión, provoca que el cine y los dentistas estén cada año un poco más cerca. Contemplar cómo se sobrellevaba el dolor de dientes a principios del siglo pasado y cómo ha evolucionado la anestesia, cómo era una consulta en el lejano Oeste y cómo son las consultas actuales, cómo se enfrentaban los pacientes ante la inminencia de ser el siguiente en una sala de espera y como lo hacen en la actualidad, no deja de ser una lección de historia de la odontología a través de los relatos de ficción que nos ofrece el cine.
Así que una vez conocido todo esto el festival echó a andar en febrero de 2013. En aquella primera edición se proyectaron cuatro títulos: Charlot falso dentista (1914) de Charles Chaplin, Rostro pálido (1948) de Norman Z. McLeod, La pequeña tienda de los horrores (1960) de Frank Oz y Martes después de navidad (2010) de Radu Muntean. Títulos de diferentes épocas, de diferentes géneros y de diferentes nacionalidades para un festival que surgía con intención de mantenerse en el tiempo y de dar a conocer el mayor número de títulos posible.
En 2014 la proyección de la película muda Avaricia (1924) estuvo acompañada al piano por Jonathan Hurtado. Fue una proyección muy especial que aportaba además la música en directo tal y como en su día debió verse este clásico de Erich Von Stroheim. Aquella fue además la edición en la que pudieron verse otros títulos como El gran momento (1944) de Preston Sturges, Sonrisas de New Jersey (1989) de Carlos Sorin o La vida secreta de un dentista (2002) de Alan Rudolph.
Con el transcurso de las ediciones el público, entre quienes se encuentran muchos profesionales de la odontología, ha ido en aumento haciendo suya una cita que se produce siempre en el mes de febrero, alrededor de la festividad de Santa Apolonia. En 2015 el festival empezaba a asentarse de una manera más firme. En aquella ocasión se proyectaron tres títulos: La pelirroja (1941) de Raoul Walsh, Tamaño natural (1974) de Luis García Berlanga y Canino (2009) de Yorgos Lanthimos. Un clásico norteamericano, una película española y un filme griego dirigidos en distintas épocas y que tratan temáticas muy diferentes pero que formaban parte de una misma propuesta, CIDE, tercera edición.
Desde entonces y hasta la actualidad CIDE ha mantenido unas constantes tanto en lo que se refiere a los títulos como al funcionamiento. De la misma manera, y debido a que el festival pretende también un acercamiento al público del amplio territorio que abarca el mundo de la odontología, las películas son precedidas por una presentación y se llevan a cabo una serie de coloquios que permiten conocer algo más de cerca lo que de verdad y de fantasía tienen las imágenes cinematográficas. Allí donde el cine ha puesto su imaginación el público puede colocar sus experiencias personales y sus conocimientos prácticos pero también sus dudas o sus aportaciones.
El recorrido cronológico del festival nos remite a las proyecciones de El hombre que sabía demasiado (1956) de Alfred Hitchcock,El diario de Ana Frank (1959) de George Stevens y Balzac y la joven costurera china (2002) de Dai Sijie en 2016; Aventuras de un dentista (1965) de Elem Klimov, Marathon Man (1979) de John Schlesingery La mujer rubia (2008) de Lucrecia Martel en 2017; Crónica de un ser vivo (1955) de Akira Kurosawa, Cautivos (1994) de Angela Pope yMujeres de El Cairo (2009) de Yousry Nasrallahen 2018; La mujer preferida (1933) de Stephen Roberts,Río Lobo (1970) de Howard HawksyCachorro (2004) de Miguel Albadalejo en 2019 y, en su VIII edición, Dentist in the chair (1960) de Don Chaffey,El pistolero más tembloroso del oeste (1968) de Alan RafkinyTomboy (2020) de Lindsay Lindenbaumen 2020.
La IX edición en 2021 merece un párrafo especial. En febrero de 2020 cuando Tomboy cerró el festival hasta el año siguiente se estaba muy lejos de saber que un mes más tarde las condiciones de vida de todo el mundo habrían cambiado drásticamente. Tampoco se sabía que, un año más tarde, los riesgos seguirían ahí. Sin embargo CIDE ha resistido y en su IX edición ha elegido dos títulos de muy distinta naturaleza pero que, por lo menos en lo que a uno se refiere, está de absoluta actualidad. Dr. Arrowsmith (1931) de John Ford es la historia de un médico que, por un corto periodo de tiempo, ejerce como médico rural y ha de encargarse de todas las especialidades, incluida la odontología, para atender a sus pacientes. Lo que hace de este título de 1931 una historia de absoluta actualidad tiene que ver con la faceta del Dr. Arrowsmith como investigador y su manera de enfrentarse a las epidemias y de buscar vacunas para curar a amplios núcleos de población: este tema no podría ser más apropiado en estos momentos que el planeta entero busca en las vacunas la salida a la pesadilla de la pandemia. El otro título que mantiene a CIDE en activo en un año especialmente complicado es “No disparen, soy dentista” (1979) de Arthur Hiller. Con un tono de comedia la película trata del eterno binomio de personaje aventurero y personaje clásico con una vida rutinaria, este último interpretado por un dentista, al que una serie de circunstancias extremas harán cambiar en ocasiones los papeles. La acción desenfrenada de la película será un buen vehículo para trasladar al festival hasta 2022, fecha prevista para la décima edición, y en la que de nuevo el cine será el medio y la odontología marcará las historias. El año que viene soñamos con volver a hacer un festival digno de ese nombre, con más títulos y sobre todo con una verdadera celebración.