El reflejo de la realidad en la pintura.

Parte I.

Juan Alió Sanz
Doctor en Medicina y cirugía
Profesor titular de ortodoncia, Universidad Complutense de Madrid
Académico de la Pierre Fouchard Academy
Artista pintor

En general, el concepto que tenemos de la realidad se relaciona directamente con lo que somos capaces de percibir con nuestros sentidos. Es decir, la realidad es lo que podemos ver, oír, tocar, etc. Esto es lo que pensaban los llamados filósofos empiristas, como David Hume. Se basaban en que la única forma de acceder a la realidad era mediante la experiencia que nos otorgan nuestros sentidos. En este sentido, esta corriente filosófica no aceptaba el concepto de ideas innatas.

En el otro extremo se encuentran los denominados filósofos racionalistas (Descartes, Wolff…), los cuales admiten la existencia de ideas innatas y además relacionan directamente el conocimiento de la realidad con el empleo de la razón y no con la experiencia. Sin embargo, ambas corrientes coincidían en aplicar a la realidad el centro y objetivo del conocimiento. La máxima de ambas corrientes es que el objeto a conocer es lo importante.

En este sentido, Immanuel Kant (1724-1804) dio un giro a este concepto y lo denominó precisamente Giro Copernicano en su obra Crítica de la razón pura. Lo que expresa Kant es que lo importante no es la realidad en sí sino el sujeto que la percibe. Básicamente, el ser humano percibe una realidad basada en su experiencia con un filtro inevitable que son las coordenadas del tiempo y el espacio. Cada ser humano percibe una realidad basada en estas premisas y dicha realidad es diferente dependiendo de quien la perciba y la conozca y de cómo establezca su filtro del tiempo y el espacio. Existe, sin duda, una realidad esencial que no somos capaces de percibir y que para Kant no es muy importante ya que no aporta conocimiento alguno. Es lo que el filósofo denominaba Neumeno capaz de originar juicios a priori que no aportan conocimiento.

Los artistas en general y los pintores en particular pretenden en sus obras reflejar su realidad y trasmitirla al exterior.

Una de las corrientes más importantes del reflejo de la realidad que ofrece la pintura es la denominada pintura realista que tiene sus bases literarias en autores como Honoré de Balzac (1799-1850), Gustave Flaubert (1821-1880) y Charles Baudelaire (1821-1867) y que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX.

Se trata de reflejar la realidad tal y como es, por muy cruda e incómoda que esta sea, huyendo de fantasías y de imágenes idealizadas. Generalmente se enmarca en el tiempo presente y en la propia cotidianidad de la vida vulgar.

Analizando filosóficamente esta corriente artística, asumimos que el autor trasmite al espectador la realidad de su vida con el filtro inevitable del tiempo y del espacio. Aunque el autor intente reflejar su realidad de forma totalmente objetiva, siempre será su realidad. Es decir, la esencia desnuda de la realidad del autor, el neúmeno para Kant, es inalcanzable. El reflejo de la realidad que se plasma en el lienzo no deja de trasmitir un juicio del propio autor ya sea este en un término positivo o negativo. Por tanto, lo que en realidad refleja el artista es su realidad fenomenológica. En esta corriente artística, el autor pretende transmitir su realidad marcada por una impresión de alegría y felicidad o bien, todo lo contrario, realidad amarga. El realismo, tanto en la pintura como en la literatura, formó parte de una exposición y crítica social con claros matices políticos, propios de la época.

El más representativo y fundador de esta corriente fue, sin duda alguna, Gustave Courbet (1819-1877). Las tres primeras obras que presentó en el Salón de 1851 supusieron un gran impacto y la consolidación del arte realista como aquel arte que daba protagonismo al pueblo llano. Para Courbet el arte debía derivar en un realismo anticlásico, antirromántico, antiacadémico, progresista y social. En sus propias palabras “Pintar es un arte esencialmente concreto y sólo puede estar constituido por representaciones de cosas reales y tangibles. Es un lenguaje completamente físico, cuyas palabras son todos los objetos visibles; un objeto que es abstracto, invisible e inexistente no está incluido dentro del reino de la pintura…”

En su obra “Sobremesa en Ornans” Courbet representa la vida familiar “tal como es” sin buscar composiciones idílicas o poéticas. En la composición resulta excepcional que el sujeto que esta de espaldas se encuentre en el centro de la composición, como sacando al espectador de una visión de la escena en toda su amplitud. Saca al espectador de su lugar privilegiado al que está acostumbrado en la pintura más convencional. Esta obra suscitó importantes críticas por parte de las corrientes más conservadoras de la época, en el sentido de que este tipo de pintura estaba minando los valores más estéticos del arte. En el fondo, Courbet pretendía representar las grandes diferencias sociales que existían en la época como una verdadera crítica social.

La realidad que nos trasmite Courbet era una visión alejada de los convencionalismos sociales. La esencia pura de esa realidad no existe en su obra sino, más bien es una realidad inundada de su propio juicio. De acuerdo con Kant, Courbet nos trasmite su realidad fenomenológica.

Enmarcado dentro de la corriente realista, Édouard Manet (1832-1883) fue uno de los principales renovadores de la pintura occidental en el siglo XIX.

En realidad, Manet estableció un puente sólido entre el realismo y el impresionismo. Una de sus obras más importantes e innovadoras fue “Un bar en el Folies-Bergére”. Esta obra basa su representación en el espejo posterior. Sitúa a la protagonista en un primer plano, pero toda la imagen del bar, que es el que da título a la obra, solo se puede observar a través del espejo posterior. Resultan muy peculiares las piernas del trapecista, que solo se aprecian parcialmente en el extremo superior derecho de la obra y a través del espejo. En realidad, el espejo resulta ser el principal protagonista de la obra. En cuanto a la técnica, se exponen con clara evidencia las pinceladas expresivas e impresionistas y sin embargo, el autor pone mucha atención en los detalles, como puede apreciarse en las etiquetas de las botellas.

Con un siglo de diferencia nace la corriente Hiperrealista buscando mostrar la realidad más pura y esencial mediante un desarrollo extremadamente virtuoso de la pincelada. El movimiento hiperrealista se acerca peligrosamente a la fotografía. En el fondo, el arte hiperrealista busca la perfección absoluta en la representación de la propia realidad del autor. Al igual que sucedía con el realismo, el artista hiperrealista nos muestra una realidad muchas veces cotidiana y ausente de toda influencia idílica. El objetivo del artista es mostrar una obra perfecta y que, debido a esa perfección, tenga vida propia.

Richard Ester (1932) es uno de los artistas hiperrealistas más valorados en la actualidad. La realidad para este artista es urbana y cotidiana. Se ha criticado al hiperrealismo con caer en el profundo pozo de la fotografía. Lo han catalogado de frio y exclusivamente dedicado a la proyección de un objeto o escena. En cierto modo no falta razón para algunos de esos comentarios ya que, con frecuencia, las obras hiperrealistas no hacen sino reflejar una realidad exterior, pero centrándose casi exclusivamente en la perfección del trabajo. Sin embargo, hay obras que reflejan una realidad intima del autor. En el caso de la obra de Richard Ester “Cabinas telefónicas” contemplamos y nos involucramos en una escena cotidiana que expresa una realidad externa no esencial y cargada de un juicio. La realidad que percibe Ester y que nos intenta reflejar en esta obra es percibida como una aceptación inevitable del estrés urbano.

Otro artista significativo del movimiento hiperrealista es Edward Hopper (1862-1967). Sus obras reflejan el estilo de vida norteamericano y están cargadas de personajes solitarios rodeados de gente en ambientes muchas veces nocturnos. Las obras de Hooper reflejan soledad y deshumanización.

Hopper siempre negó el trasfondo psicológico en sus obras, sin embargo, afirmó que el arte es la expresión de la vida interior del artista, el resultado de su visión de la realidad.

El pintor español Antonio López (1936) es de los autores actuales más representativos del hiperrealismo. Sus obras rozan la perfección casi fotográfica, pero sin caer en la frialdad del fotorrealismo.

En su obra “Lavabo y espejo” se refleja una vinculación del autor por la realidad solitaria de la casa. La obra traduce los sentimientos y afectos más profundos dentro de la propia cotidianidad más vulgar. La luz reflejada traduce un efecto casi religioso. Como ex- presa el propio autor, ese lavabo es casi un altar. Esta representación de la realidad que hace el autor traduce una impresión enigmática y misteriosa en la que su propio autorretrato es invisible.