Volviendo a lo que en el número anterior denominé “reapertura del debate” en torno a las especialidades en odontología, leyendo el último libro que ha publicado Javier Sanz Serrulla (Historia de la Odontología Española), encuentro en una de sus páginas un hecho acaecido en 1892, pronto hará ciento treinta años.
Publicaba el Heraldo de Madrid lo siguiente:
Se agita entre los dentistas más reputados de esta corte de elevar una instancia con carácter urgente al ministro de Fomento, significando la necesidad de reformar el vigente programa de exámenes, pues los rápidos progresos realizados en prótesis y cirugía dental reclaman manifiestamente que esta especialidad de la Facultad de Medicina se ponga a la altura de las demás naciones civilizadas
El autor de este libro continúa escribiendo: Dicha comisión, en definitiva, quería <<civilizar>> la Odontología Española.
Ahora no entraré en si tenemos o no necesidad de civilizar la profesión, tal vez algo o a alguien sí, pero esto para otro día.
Lo que llama la atención, y con orgullo, es el interés desde la profesión por ir subiendo el listón de nuestras propias exigencias. Aquellos “dentistas” de hace 130 años, que no disponían de la infraestructura de estos tiempos, fueron capaces de reunirse y luchar por dignificar su trabajo. Sin internet, sin celulares y sobre todo sin la abundante recaudación de cuotas a los colegiados de la que participa la más alta “representación” de los dentistas, fueron consiguiendo lo que somos hoy, sin ese protagonismo narcisista de nuestra “alta representación”.
Al fin, al inicio del Siglo XX como nos relata el autor de este libro se vería cumplido el deseo ansiado de la clase odontológica española y a partir de 1901, menos de diez años desde aquella publicación, el que quisiera ejercer como dentista, debería pasar por las aulas universitarias de las que saldría con un título de Odontólogo.
Quien quiera conocer más detalles y mejor expuestos, le remito al libro de Sanz Serrulla mencionado al inicio. Sin conocer el pasado, nuestra historia, difícilmente lograremos conquistar el futuro.
Los estudios de odontología están en la universidad, como otros de profesiones sanitarias que se han ido creando después, especialmente en los últimos años.
La cuestión es si vamos a permitir que ahora salgan de la universidad, me refiero a las especialidades.
Es mi opinión, y como tal una más, que deben hacerse dentro de la universidad.
Si nos fijamos en la medicina y lo traigo a colación porque ya alguno de los partidarios de crear “academias particulares”, plantean que las especialidades en medicina no se imparten en la universidad sino en los hospitales, les recomienzo que se fijen en que los más prestigiados hospitales de este país se han esforzado en vincularse a la facultad de medicina y denominarse “Hospital Universitario”.
Esta profesión debe tener como objetivo principal el servicio público, sin menoscabo de permitir a sus integrantes cumplir sus necesidades y aspiraciones económicas, estas no deben ser el primer y destacado fin en su ejercicio profesional.
Sacar las enseñanzas de especialización de la universidad, puede llevarnos a que se implementen estas con intereses económicos por encima de las necesidades asistenciales de nuestra población por una parte y a romper los principios de igualdad, mérito y capacidad, por los que se debe procurar el acceso a esta formación.
La Conferencia de Decanos de Odontología debe ser el primer estamento en luchar por su creación y mantenimiento en el ámbito de la universidad.