Del Doctor Josep Maria Ustrell
EL CUIDADO EN SALUD ORAL
INVESTIGACIÓN HISTÓRICA Y PROSPECTIVA
Excelentísimo señor presidente,
Muy Ilustres señoras y señores académicos,
Dignísimas autoridades,
Señoras y señores
Amigos y familiares.
Dirijo las primeras palabras de mi discurso a los miembros de esta Academia, para agradecer la benevolencia con la que me han acogido, para ocupar una plaza de Miembro Numerario en la Sección de Medicina Social. Como médico especialista en Estomatología, me siento discípulo de personas eminentes en la profesión como los M. Iltres. académicos Juan Carol Montfort, Pedro Planas Casanovas y José Carrière Pons.
Llegué a esta prestigiosa institución como académico correspondiente por elección, en 1998, con el premio “Doctor Lluís Sayé” por la investigación sobre la vida y la obra científica del doctor Juan Carol; estudio que hice con un profundo respeto por su compromiso académico y por su excelencia profesional, en las dos vertientes: la científica y la humana.
El nombramiento como académico numerario significa el honor más relevante de los que he recibido en mi trayectoria académica. Por eso considero que conlleva una gran responsabilidad, a la que procuraré ser incondicional.
Mis orígenes son una alianza entre familias de las comarcas de la Garrotxa, Anoia y Vallès Occidental. Nací en la ciudad de Sabadell en 1953, en una familia comprometida con los valores de los años cincuenta: el trabajo, la educación y la religión. Me fui de la ciudad para estudiar medicina, pero persisten en mi memoria los 18 años vividos en una ciudad que, a pesar de su carácter fabril, ofrecía una excelente relación entre las personas que formaban mi familia y las numerosas amistades.
En Sabadell han nacido dos personajes relacionados con el área de la salud oral: Pedro Carol Martí, artífice de la entrada de la odontología en la universidad, y Antonio Borrell Ribas, pionero en el tratamiento mediante la implantología.
Este reconocimiento me llega después de una travesía universitaria que inicié como estudiante en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, en el curso 1970-1971.
La formación clínica la debo, en términos generales, a muchos profesores de la Facultad de Medicina, pero, especialmente al catedrático Alfonso Balcells Gorina, quien me transmitió lo que más valoraba, la exploración clínica, y al doctor José Maria Muñoz Pujol, traumatólogo prestigioso y dramaturgo. De ellos aprendí la responsabilidad del médico, dentro y fuera del bloque quirúrgico.
Y ahora es un buen momento para rendir homenaje a dos grandes catedráticos. Por un lado, al padrino de mi promoción, el doctor Joaquín Piñol Aguadé quien en 1967 ganó las oposiciones a catedrático. A partir de ese momento, emprendió la tarea de renovar y modernizar la Cátedra de Dermatología, que dotó de diversos laboratorios y, además, amplió la policlínica y permitió una consulta de acupuntura. Por otro lado, al doctor Juan Obiols Vié, catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica, que mejoró la actividad clínica, docente y de investigación con amplitud de miras y espíritu innovador, y que acogió desde psicoanalistas hasta conductistas pasando por los sistémicos. Fue decano y rector de la Universidad de Barcelona.
Tuve también la suerte de contar con la inestimable ayuda del doctor José Martí Morera, un médico humanista quien, todavía hoy, es mi ideal de lo que debe ser un médico dedicado a sus pacientes. En una carta que me dirigió cuando yo era estudiante, se refería a nuestra profesión de esta forma: “para estudiar medicina es muy importante la vocación y un sentimiento de amor y comprensión por la naturaleza de la persona… exige vivir una experiencia íntima que los demás ignoran, pero que da satisfacción y alegría espiritual, y no puede compararse con nada en el mundo”. Una visión humanística como bien supo plasmar, en la literatura científica médica, la profesora doctora Amalia Lafuente Flo.
A todos ellos les he de agradecer la maestría, así como a Maria Rosa Buxarrais Es-trada, catedrática de la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona, y al M. Iltre. Pedro Riutord Sbert, académico numerario de la Real Academia de Medicina de las Islas Baleares, por la visión ética y humanística del cuidado y la comunicación entre el médico y el paciente.
Durante 53 años he colaborado con la Universidad de Barcelona, donde he sido responsable de la dirección médica del Hospital Odontológico y de la dirección académica de la Escuela de Odontología, un privilegio que sólo permite la dedicación y el aprecio por la docencia universitaria.
La vida familiar y profesional las desarrollé en la ciudad de Igualada, donde nacieron Raúl, Geni y Josep, que son mi orgullo como padre. De esta ciudad son hijos 3 miembros correspondientes de esta Real Academia: Miguel Torelló Cendra, pediatra y médico de balneario; Antonio Secanell Sala, pediatra y profesor; y Ferran Garcia Díez, traumatólogo e historiador.
Gracias a su consideración, en esta Academia ocuparé el sitial 43, que en su día dejó vacante el M. Iltre. académico Luis Salleras Sanmartí.
Remembrar su personalidad es revivir un período fundamental de la prevención, área en la que destacó como figura de primera magnitud tanto en la medicina, en términos generales, como en la prevención de las enfermedades orales. Se licenció en Medicina y Cirugía en la Universidad de Barcelona, en 1963, y se doctoró en 1980.
Mientras tanto, había sido médico de guardia de pediatría en el Hospital Clínico y participó en la primera campaña antipoliomielítica, en 1964. Cuando en 1975 fue nombrado médico del Instituto de Higiene de Barcelona, dejó la práctica clínica para dedicarse exclusivamente a la salud pública. En el período de 1979 a 1988 fue responsable de la Promoción de la Salud de la Consejería de Sanidad, siendo el líder estratégico e impulsor en los programas de vacunaciones sistemáticas. A partir de esos años su labor fue reafirmada con el nombramiento que le hizo el consejero Javier Trias Vidal de Llobatera, en 1988, como director general de Salud Pública. En el ejercicio de este cargo fue el responsable de una actuación en salud oral tan remarcable como la prevención de la caries dental a partir de los 6 años, mediante la acción de la fluorización en forma de enjuagues periódicos en las escuelas. En pocos años se demostró sus efectos beneficiosos.
Volviendo a la actividad académica, en 1983, en la Universidad Autónoma de Barcelona, ganó la plaza de Profesor Titular de Medicina Preventiva y Salud Pública, en 1986 la Cátedra y en 1987 la Cátedra en la Universidad de Barcelona. Ha publicado más de 300 artículos, 12 libros y 64 capítulos sobre vacunaciones, educación sanitaria, integración de la prevención en la práctica asistencial y de otro modo sobre los problemas de salud en edad escolar, facilitando la edición de opúsculos para la población, para difundir la prevención en odontología.
Fue académico correspondiente por premio, en la convocatoria del año 1983, bajo el título Concepto vigente de la medicina social y en su discurso de ingreso del año 2001, como académico numerario, refleja perfectamente su pasión: Las vacunas en la eliminación-erradicación de las enfermedades infecciosas transmisibles.
El hecho de haberos dignado concederme la distinción de sucederle, constituye para mí un motivo más de reconocimiento que agradezco absolutamente, ya que unimos la especialidad de la Estomatología con la Medicina Social, que abarca el cuidado en salud oral, la deontología profesional y el conocimiento histórico del legado de nuestros antepasados.
Agradezco al M. Iltre. académico Luis Guerrero Sala, la amistad y el haber aceptado ser mi introductor en esta Real Academia. Nos une el aprecio por la historia, con el estudio de los más antiguos antepasados, que nos aportan mucha información mediante los dientes. Es un ejemplo de la dedicación exhaustiva a la historia de la medicina, con la consecuencia de la consideración por esta rama humanística. Esto ha movilizado a un grupo numeroso de profesionales relacionados con los antecedentes históricos, que ayuda a adquirir una visión completa de lo que representa la medicina y su interacción con las enfermedades y el cuidado de quien las padece. Ha sido un maestro, al que agradezco fervientemente la forma de proceder en las cosas de la vida.
También agradezco a quienes me han acompañado como padrinos, los M. Iltres. académicos José Carrière Pons y Carlos Hervàs Puyal. Ambos tienen mi admiración por la demostrada deontología profesional al servicio de las personas enfermas que necesitan procedimientos terapéuticos, desde la visión de la estomatología y de la anestesia, en sus respectivas vertientes clínicas.
Y tomo como valor el eco de las palabras del M. Iltre. académico Agustín Pedro Pons, pronunciadas con motivo del bicentenario de la fundación de esta Real Academia: “Las Academias quedan, en parte, como punto de concentración de quienes desean que la su voz no quede confinada en los límites estrictos de su núcleo de trabajo, aspiran a darle mayor difusión y pretenden legitimar sus observaciones con el contraste de criterios de la discusión en una tribuna pública”.
Hecho el preámbulo seguiré con el contenido del discurso: El Cuidado en Salud Oral, Investigación Histórica y Prospectiva.
INTRODUCCIÓN
El reconocimiento de los dentistas dentro de la rama de las ciencias de la salud ha sido difícil, y sólo a principios del siglo pasado obtuvo la consideración de carrera universitaria.
En 1955 el doctor Juan Carol, en su discurso de ingreso como académico numerario, nos daba una información valiosa de la evolución de la odontología durante el siglo xix.
En esta centuria quienes la practicaban conseguían una mejora en su ejercicio profesional, que fue incorporando diferentes fórmulas, para que su preparación fuera lo más sensata posible, y así poder llegar al ideal de ser una especialidad de la medicina.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Como antecedentes históricos partiremos de finales del siglo x, cuando la odontología que se ejercía en Cataluña tenía unas connotaciones muy pobres. Un punto de partida al cambio fue la influencia que ejercieron los cirujanos europeos, especialmente italianos y franceses, de los siglos xii al xiv. Por otra parte, en esta época confluyen la cirugía, la barbería y la dentistería, aunque ésta última acabará teniendo un reconocimiento especial.
Los profesionales dentistas, en nuestro país, recibieron el nombre de “Caxalers”. Por los estudios de Rahola sabemos que esta titulación está inscrita en el libro de fogatges de la Barcelona medieval. En el correspondiente al año 1357 figura la inscripción de uno de ellos, dice: “item un caxaler”. Los conocimientos para el ejercicio de la profesión los adquirían mediante la enseñanza dada por quienes la practicaban. Pero no era suficiente este aprendizaje, ya que para ejercer necesitaban un permiso del rey, Pedro III el Ceremonioso, que era el título de “Mestre Caxaler”, para el que debían pasar un examen de capacitación. Sus actuaciones consistían en limpiar los dientes, curar el dolor y realizar extracciones.
Simón Virgili es el primer dentista exclusivo de lo que tenemos información. Vivía en Barcelona en una casa de la calle de las Moscas, en el barrio del Born.
Esta titulación duró sólo un siglo, ya que, bajo las prerrogativas de la dinastía de los Trastámares, los “caxalers” se vieron privados del prestigio que tenían.
Largo plazo hasta el siglo xix
Durante tres siglos, la odontología quedó estacionaria en relación a los países vecinos y su revulsivo fue la Ilustración, que aparece ya a finales del siglo xvii.
Con el Real Colegio de Cirugía surge la figura del Sangrador y, a partir de ese momento, la profesión dental siguió por vías paralelas, los médicos, los cirujanos y los sangradores.
Para estos últimos, fue necesario el cambio de nombre en su título, para que se evidenciara la mejora de sus estudios. Así van apareciendo los títulos de Cirujano Práctico en el Arte de Curar, en 1843, el de Flebotomiano Ministrante, en 1846 y el de Practicante, en 1857. Y en el último cuarto del siglo xix entró en vigor el título de Cirujano Dentista, titulación previa a la entrada en la Universidad.
En este ambiente, la resolución que iniciaría el cambio fue el acuerdo de seguir en la reforma, que se tomó en el Congreso Odontológico de Barcelona de 1899 y, gracias al interés mostrado por la reina regente, se logró que se hiciera oficial el título de Odontólogo, en 1901.
Un hecho remarcable es que la mujer logra su incorporación legal a la profesión. Esto ocurría en 1883, y este hecho debemos enmarcarlo en la gran revolución en los campos de la industria, el comercio, la economía, la política y la cultura, hechos que llevarán a la mujer a las fábricas, a los talleres y a la universidad. Maria Montull Rosell (1897-1980) fue la primera odontóloga catalana y la segunda del Estado español. Obtuvo el título en 1917 y ejerció en la ciudad de Lleida.
Los dentistas no habían sentido la necesidad de asociarse hasta finales del siglo xix y es con la unión que comienza a mejorar la calidad del ejercicio. Entre muchas, remarco dos asociaciones: el Instituto Estomatológico de Barcelona y el Círculo Odontológico de Cataluña, creadas en 1879, gracias a Simón de Rojas Bruguera y Pedro Carol.
En el siglo xx se avanza en los conceptos de Prevención, Asistencia Pública y Asistencia Hospitalaria y debemos poner de relieve el acierto de fundar el primer servicio público de odontología, en 1913, en el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona. En el pabellón de Santa Apolonia el doctor Juan Carol dio servicio clínico y docente.
También se avanzó en la Relación con el Gobierno de la Generalitat. Los doctores Juan Carol como presidente y José Pericot como secretario, en nombre de la Asociación de Odontólogos de Lengua Catalana, remitieron un documento en el que solicitaban la inclusión de la lucha contra la caries dental, entre las enfermedades especializadas.
Otro aspecto sería el de las acciones realizadas a nivel social.
En 1912, el Círculo Odontológico de Cataluña y los Dentistas Municipales organizaron un Concurso de Higiene Dental en Barcelona.
En 1932, la Asociación de Odontólogos de Lengua Catalana, organizó una Fiesta de Divulgación Odontológica Infantil, en Palma de Mallorca.
En 1935, el Círculo Odontológico de Cataluña organizó un Festival de Cultura Física en Barcelona, en los grupos escolares «Francesc Macià».
En el mismo año, la Asociación de Odontólogos de Lengua Catalana, organizó una segunda Asamblea en Tarragona, con el fin del reconocimiento de la misión social de los odontólogos, como profesión sanitaria.
Y en 1936 el Círculo Odontológico de Cataluña, organizó otro Festival de Higiene y Profilaxis Dental Escolar, junto con el Colegio Oficial de Odontólogos de Lleida.
Escuelas de estomatología y Facultades de odontología
Cuando cambió el siglo, con estudios y titulación propios, por fin Madrid tuvo su Escuela en 1914, la única existente durante muchos años. Un Decreto de 1966 creaba la segunda en Barcelona, y ya traía el nuevo calificativo de Estomatología.
En 1948 se había regulado el título de licenciado Médico Estomatólogo, por el que los licenciados en Medicina debían cursar dos años de especialidad en la Escuela de Esto-matología. Y en 1955, la estomatología pasó a considerarse especialidad médica.
En 1986 se cierra una etapa más con la creación de la nueva titulación de Odontología, similar a la que rigió desde 1901 hasta 1948. Esto comportó dos hechos importantes, el de tener una Facultad propia y el de equipararse a la titulación que había en la comunidad europea, aunque en diferentes países han convivido la Odontología y la Estomatología.
Cambios en la profesión en el siglo xx
¿Qué cambios hubo en la profesión en el siglo xx?
La práctica profesional desde la instauración de la odontología se realizaba en clínicas dentales, donde se trabajaba aislado. En el siglo xx cambiaron los patrones debido a varios factores: el colapso en el número de profesionales, nacionales y extranjeros, la crisis económica y la intromisión de personas ajenas, que se apoderaron de los consultorios dentales.
Para mejorar esta situación, que todavía persiste, deberá exigirse un mayor control del gobierno. Y, a los futuros profesionales, la formación continuada con un avanzado concepto en salud bucodental, que tienda a prevenir y restaurar, antes que amputar.
Y si nos referimos a las primeras “especialidades” debemos recordar que, en 1978, el Comité Consultivo para la formación de los odontólogos eleva, a la Comisión de las Comunidades Europeas, la necesidad de reglamentar las especialidades de la odontología, reconociendo la Ortodoncia y la Cirugía Bucal.
Por el momento, los diferentes gobiernos del estado no han permitido su implantación.
ESTRATEGIAS PARA EL SIGLO XXI
El cambio de siglo supuso un atisbo en la estrategia que deberemos aplicar, tanto desde el punto de vista de la docencia como de la investigación.
Lo cierto es que desde hace tiempo se está implementando la relación entre universidades y empresas, lo que comporta un nuevo estímulo para la investigación que, posteriormente, deberá aplicarse a la práctica clínica.
Los cambios en el progreso de los conocimientos teóricos y en la práctica clínica, nos obligan a realizar una revisión del plan de estudios, en el sentido de: mantener los conocimientos actuales, sumar los avances que se están estableciendo, preparar a los futuros profesionales para la formación continuada e implementar los valores profesionales, de forma que hagan posible que estos avances, más tecnológicos que conceptuales, no se alejen del humanismo.
De la misma forma, este plan de estudios deberá estar orientado en convergencia con las directrices europeas que marcan unos objetivos estratégicos que se pueden resumir en:
- Concepto de salud bucodental en la atención primaria.
- Atenció centrada en una buena salud bucodental universal.
- Comprometer a los gobernantes a reducir los factores comerciales que causan patologías bucodentales.
- Fomentar el trabajo en equipo.
- Formar al personal sanitario.
- Mejorar la calidad, mediante la formación continuada.
Revisión de los estudios
Intento de retorno al concepto de la estomatología
Los actuales estudios de la odontología se han adaptado al Plan Bolonia. Aun así, los avances espectaculares de la práctica odontológica, con la introducción de la metodología diagnóstica en 3D, la planificación CAD-CAM, las nuevas terapéuticas como la mejora en las posibilidades quirúrgicas de la implantología, los nuevos materiales en prótesis y las nuevas formas de conseguir una buena oclusión, están haciendo necesaria una revisión del plan de estudios, siendo necesario corregir la falta en la docencia de los nuevos avances que deben realizarse en las futuras especialidades, y que están pendientes de un giro valiente de las autoridades gubernamentales.
En pleno siglo xxi, estos avances tecnológicos y conceptuales plantean una profunda reflexión, invitándonos a introducir mejoras en el plan de estudios actual, debido a que han quedado desfasadas algunas de las competencias que debería adquirir el alumnado, y además porque nos hemos olvidado de algo muy importante: la forma en que podemos unir los avances tecnológicos con el humanismo.
Después del profundo conocimiento morfológico del aparato bucodental deberemos aprender cómo aplicar las terapéuticas. Aquí será la Psicología, como ciencia que debe mediar en la conducta de los pacientes y en la de los profesionales, lo que nos ayudará a hacer frente a su interacción.
Debemos introducir la Odontología Hospitalaria porque implica disponer de unos conocimientos muy amplios de todo el saber médico. Una formación que debería basarse en la opinión del M. Iltre. doctor Moisès Broggi Vallès, de que los estudios de Ciencias de la Salud deberían tener una base fuerte de enseñanzas transversales, para después implementar años, según los créditos de cada carrera.
Además, este paso por el hospital debería incluir la mayoría de las áreas de la odontología y, especialmente, la Anestesia, la Cirugía Oral y el tratamiento de quienes necesitan una atención clínica muy especializada.
De vital importancia sería que el alumnado realizara una rotación en el Servicio de Urgencias con el fin de prepararlos ante cualquier necesidad de actuación vital del paciente.
Es más, debería contemplarse la necesidad de una formación continuada de por vida, con una evaluación periódica que debería llevarse a cabo en las universidades.
Hace años se impartía la asignatura de Documentación y su olvido ha supuesto una disminución de la calidad en los estudios, porque era una excelente ayuda para los trabajos de investigación. De la misma forma y, dada la importancia actual de las publicaciones para el currículo en el progreso de la categoría docente y en el ranking de las universidades, es fundamental la reincorporación de esta materia.
También la Gestión, que suele incluirse en la Ergonomía debería tener la consideración de troncal, por la importancia que obligan los cambios de las leyes estatales y europeas, por lo que se podría unir a la Legislación y a la Forense. Es fundamental que se desarrollen conocimientos, competencias y capacidades para comprender las normas y leyes que reglamentan el ejercicio profesional.
Igualmente, reivindico la Historia como patrimonio de una profesión y para facilitar la comprensión de las técnicas actuales mediante su evolución en el tiempo.
Por último, albergar los valores de la profesión mediante la Ética y el Profesionalismo. En los últimos años, la ética aplicada a la profesión ha adquirido especial relevancia y, como profesionales de las ciencias de la salud, no podemos olvidar la importancia de los valores éticos en nuestra práctica asistencial. Se nos presentan múltiples ocasiones donde los valores están presentes, de forma implícita o explícita, y que nos invitan a reflexionar, hablar, debatir, trabajar y actuar con las personas que cuidamos.
Hemos llegado a una situación en la que se ha considerado indispensable la educación emocional y así se expresa en la actual ley de educación (LOSU) con los «valores éticos y humanistas».
La enseñanza en la universidad se caracteriza por promover un aprendizaje híbrido, y no podemos centrarnos tan sólo en la tecnología. A todo ello, debe añadirse la implementación de una evaluación de las competencias que permita valorar la teoría y la práctica, evitando la tentación de la inteligencia artificial generativa.
Reflexiones éticas en ciencias de la salud
En las Ciencias de la Salud se distinguen tres partes: el arte, la profesión y la doctrina y en esta última debemos considerar a la persona como un todo. También lo creía el médico José Martí, cuando decía: “no sólo se debe dominar la Fisiología y conocer las funciones orgánicas, sino también la Psicología, que debe considerarse orgánica o fisiológica. Las diferentes patologías deben tratarse a base de la observación y de la experiencia, que son las que permiten progresar y, al mismo tiempo, deben ir con mucho cuidado en algunos aspectos de la práctica médica del momento”.
Debido a la diversidad de situaciones con las que se enfrentan los dentistas, deberemos ser capaces de discernir en qué consiste una correcta intervención profesional, con el objetivo de favorecer el bienestar y la calidad de vida de los pacientes. De ahí la necesidad de revisar la interacción entre el dentista y el paciente, mediante un proceso de reflexión, adaptado a los cambios que experimenta la sociedad y la relación con los demás profesionales de la salud.
Tenemos la responsabilidad de trabajar en equipo y proporcionar una respuesta compartida que garantice a la vez los derechos y necesidades de todos. Para ello es necesario adoptar cuatro principios básicos: 1) el diálogo, como mecanismo que nos permita llegar a acuerdos y criterios generales de intervención; 2) la razón, que nos ayude a construir respuestas racionales; 3) la sensibilidad ética, que nos permita captar conflictos deontológicos y 4) la autonomía moral, que nos impulse a actuar con libertad y decidir con plena responsabilidad frente a las confrontaciones.
El criterio clave de la ética profesional es la buena intervención en el acto sanitario, que garantiza el bienestar, los derechos y las necesidades de todos. Debe centrarse en la reflexión crítica ante situaciones dilemáticas de la práctica profesional, más que en la transmisión de códigos normativos.
El profesional que acepta atender a un paciente está obligado a prestarle la mejor asistencia posible para restablecer la salud, preservar la calidad de vida y aliviar el sufrimiento, con pleno respeto a la dignidad del ser humano.
Los dentistas que experimentan esta relación directa con el paciente deberían tener la capacidad de influir en la gestión del sistema sanitario, considerando que disponen de poca libertad en el momento de decidir sobre aspectos de su responsabilidad cuando dependen de la administración.
Frente a estas estrategias generales debemos señalar la importancia que tiene el acceso a la salud bucodental para la población en general, con una actuación preventiva terapéutica y rehabilitadora. Seguramente no es una vía rápida, pero existen posibilidades de debatir el tema definiendo la cartera pública o financiando una parte de la atención odontológica a nivel privado. Aunque debería definirse muy bien la frontera entre la estética y la propia odontología.
Se abren retos frente a los cambios que ya son reales: la precariedad socioeconómica y el envejecimiento; y urge la regulación de los sectores de las franquicias y las aseguradoras de salud, porque tienen una gran influencia en la situación social actual y que no siempre tienen los resultados que se esperan.
Y si esto representa una renovación del código deontológico, nos corresponde tener en cuenta la sensibilidad ética, las habilidades y las competencias, y el análisis crítico de las guías de valor que el contexto histórico, social y cultural ha construido.
Interacción con los pacientes y responsabilidad profesional
El M. Iltre. doctor José María Massons Esplugues exponía, en su discurso de ingreso en esta Real Academia, que muchos años atrás los pacientes iban al médico con plena confianza. A finales del siglo xx, la visita cambió a hacer preguntas concretas y de respuesta rápida, que no siempre formulaba el propio profesional.
Esto ocurre actualmente en las clínicas dentales empresariales que han proliferado debido al poco control gubernamental. Todo ello comporta una falta de confianza de la sociedad y de ahí a la demanda hay un paso muy corto. En esta nueva forma de relación sale perdiendo todo el mundo y, en definitiva, la sociedad.
Como profesionales de la salud tenemos la obligación de rendir cuentas de nuestra práctica a la sociedad. El incumplimiento o infracción de este deber derivará en un nuevo compromiso, el de reparar el daño causado. Entre las obligaciones éticas y legales que nos corresponden podemos mencionar: proporcionar una atención de alta calidad, transmitir seguridad y conseguir el bienestar, siempre respetando los valores de la bioética: el deber de curar, el no causar daño y el compromiso de no discriminar y ajustarse a los principios de libertad, igualdad y fraternidad.
También es necesario comprometerse a mantener una formación permanente y que la práctica clínica se base en la evidencia científica. Generalmente, en la formación universitaria, se trata sobre la Lex Artis, pero no se profundiza en la responsabilidad de actos de la imprudencia o de la negligencia. Y aunque la formación es buena, debemos poner de relieve la depauperación en la que ha ido bajando la odontología.
La cuestión más crítica ocurre al finalizar los estudios y hacer la entrada en el mercado profesional. Como un nubarrón, los nuevos graduados llegan a manos de las franquicias que les ofrecen un trabajo esclavo, haciendo una práctica a bajo precio y con una visión mercantilista. Esto, en parte, se debe a la insuficiente asistencia odontológica del sistema de Salud Pública.
En la enseñanza de la ética profesional se tendrá que mencionar lo que está escrito en el Juramento Hipocrático y en todos los códigos deontológicos que se han formulado hasta la fecha: evitar la obsesión por el beneficio y mantener la formación de manera continuada. Por eso es vital que los formadores se guíen por tres características esenciales: 1) la sabiduría en el diagnóstico; 2) la fuerza para orientar los tratamientos y 3) la belleza en los resultados.
No son tareas fáciles si quieren hacerse bien, pero dan una gran satisfacción cuando se alcanzan.
Esta formación en valores éticos debe sobrepasar la formación permanente y tener carácter troncal en el Grado y ser impartida antes de iniciar la fase clínica.
La patología oral debe ser tratada con éxito y esto dependerá de una buena planificación desde el inicio de la consulta. El resultado deberá finalizar con buena funcionalidad, con estética y estabilidad oclusal. Todo ello tendrá la necesidad de ser mantenido el máximo tiempo posible, lo que comportará un tiempo indeterminado, que dependerá de la buena actuación de los que intervienen.
Los profesionales tienen la obligación de una buena formación y su aplicación ética. Los pacientes tienen la responsabilidad de colaborar en las recomendaciones y deben mostrar el mismo interés que los llevó a pedir el tratamiento. Ambos tienen la responsabilidad compartida de una correcta redacción del consentimiento informado y de su comprensión.
EPÍLOGO
El estudio de los eventos que tejieron nuestros antepasados nos da una visión larga de una evolución pausada y positiva, tanto a nivel académico como profesional. Somos transmisores de aquella sabiduría y debemos procurar que quienes nos seguirán tengan las bases para una, cada vez mejor, actuación con los enfermos.
Es necesaria, pues, una sensibilidad ética y una apertura emocional por parte de los profesionales, frente a situaciones y hechos que atentan contra los derechos de los usuarios y contra la justicia social.
Nos hemos abierto a un futuro profesional que tendrá que ir encontrando el camino para formar no sólo buenos técnicos sino verdaderos profesionales de las ciencias de la salud, portadores de los valores de empatía, integridad y profesionalismo, porque son más que odontólogos, son cuidadores.
He dicho