La anatomía dental en la obra de Martín Martínez

    Javier Sanz
    Académico de Número de la Real
    Academia Nacional de Medicina
    de España
    Magister en Bioética Clínica (UCM)
    Profesor de “Historia de la
    Odontología y Bioética” (UCM)

    Uno de los más significados anatomistas de la Ilustración española es, sin duda, Martín Martínez, autor de varias obras de tema médico y alguna especialmente de anatomía humana, que incluye entre sus exposiciones óseas la relativa a los dientes, incluso con aporte iconográfico para mejor formación de sus lectores.

    Martín Martínez.

    Conocido por sus apellidos, confundiéndose el primero con su nombre, Pedro Martín Martínez nació en Madrid el 11 de noviembre de 1684. Tras estudiar la Medicina en la universidad de Alcalá de Henares se graduó de bachiller médico en una de las universidades llamadas “menores”, la de Sigüenza, el 20 de mayo de 1705. Un año después ya había ganado por oposición una plaza de médico en el Hospital General de Madrid y a partir de ese momento iría escalando profesionalmente hacia puestos elevados, siendo profesor público de Anatomía, médico de cámara de Felipe V, examinador del Tribunal del Protomedicato y presidente de la Real Sociedad de Medicina de Sevilla, argos que aparecen en algunas de sus múltiples obras editadas. Fue una de las principales figuras del movimiento renovador de la Medicina española durante la primera mitad del Siglo de las Luces, y su pensamiento filosófico y médico está ligado al “escepticismo”, actitud intelectual cercana al eclecticismo, la base de una posición independiente respecto al sistema tradicional, apoyándose fundamentalmente en la experiencia. Falleció en la capital del Reino el 9 de octubre de 1734.

    La “Anatomía completa del hombre”

    Publicado en 1728 (Madrid, Imprenta de Bernardo Peralta), tuvo hasta ocho reediciones a lo largo de la centuria y para López Piñero se trata, con todas sus limitaciones, del “mejor tratado morfológico español de la primera mitad del siglo XVIII”. Dedicado a su colega José Cervi, eminente galeno de su tiempo y amigo personal, fue antes un resumen sistemático del saber anatómico de la época que una obra original. La necesidad de contar en los centros de estudio médico españoles con un tratado de referencia le llevó de alguna manera a armar este repertorio, y así lo justifica en el prólogo: Verdaderamente en toda Europa se cultiva con singular aplicacion la Anatomía. Todos los Príncipes cuidan de que se enseñe en sus Dominios. Los Sabios velan sobre el progreso en sus escuelas. En esto quizas solo nos adelantan los Medicos extranjeros.

    La “lección décima” de este libro trata “de la osteología”, y dedica su capítulo primero a exponer cuanto se debe saber “de los huesos de la cabeza”. En la descripción cráneo caudal llega en su penúltimo apartado, y antes de la exposición del hueso hioides, a los “Dientes”, dando como sigue esta breve exposición:

    Los Dientes son treinta y dos: carecen de periostio: y assi quando duelen es por vn pequeño Nervio, que entra á su raiz: los Incissores absolutamente, llamados Dientes, son ocho, quatro de arriba, que suelen brotar à los siete, ù ocho meses, y quatro de abaxo, que nacen despues: vnense con las Mandíbulas por sola una raiz delgada, y sirven de cortar los bocados. Otros quatro se llaman Caninos, ó Colmillos, vno à cada lado de los incisores: artícúlanse mas profundamente, y con mas que vna raiz: nacen despues de los Incisores, y sirven de roer. Los veinte restantes se llaman Muelas, cinco en cada lado de las Quixadas, son duros, grandes y anchos: los de abaxo tienen dos, ò tres raíces: los de arriba tres ò quatro: sirven de moler la comida. Veinte Dientes suele aver hasta los siete años, entonces se mudan, ò caen, y salen otros en su lugar, y quatro mas: à los catorce otros quatro, y à los veinte las dos Muelas, que dicen del Juizio, que todos suman el regular número de 32. (vease Estamp. 15. fig. 6.).

    En la lámina correspondiente (Estampa XV) -ver fig.- se describe la figura adecuada, a la que remite el texto anterior, de la siguiente manera:

    Figura 6. Que delinea los dientes.

    1. Un diente incisivo
    2. Un diente canino ó colmillo.

    c.d.e.f. Quatro muelas, que unas tienen dos, y otras tres raíces.

    La “Anatomía” de Martín Martínez en su apartado odontológico anatómico no deja de ser un libro, como tantos, no especializado sino de ámbito general en la materia. Puramente descriptivo, se limita a la distinción de cada clase de diente de forma muy general, sin entrar en la morfología particular, correspondiendo su aparición a unas edades y distinguiendo, como tradicionalmente se venía haciendo, la dentición temporal de la permanente en cuanto que la primera precede a la segunda. Los dientes premolares siguen considerándose molares, como de muy lejos venía haciéndose, por su cara oclusal que le dota de condiciones triturantes. En resumen, la referencia odontológica no podía pasarse por alto en un tratado de estas características, pero no aporta ni intensidad ni novedad alguna.

     

    1. Sobre la figura de Martín Martínez, consúltese principalmente: Granjel, L.S. La obra anatómica de Martín Martínez. Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Medicina, 1, 1960, págs. 1-4. Granjel, L.S. Anatomía española de la Ilustración, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1963, págs. 39-49. Sanz, J. Historia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sigüenza, Guadalajara, Diputación Provincial de Guadalajara, 1987, págs.151-153. Ballester, R. “Martínez, Martín”, en López Piñero, J.M. et als. Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, II, Barcelona, Ediciones Península, 1983, págs. 34-35. Aguinaga, V. Bio-bibliografía de Martín Martínez. Asclepio, XL, 1988, págs. 75-95. Ballester, R. https://dbe.rah.es/biografias/13500/martin-martinez
    2. Martínez, M. Anatomía completa del hombre… (Madrid, Imprenta de Benito Cano, 1728), pág. 525. Prácticamente vuelve a decir lo mismo en las Noches anatómicas ó Anatomía compendiosa (Madrid, Miguel Francisco Rodríguez, 1750), (Segunda impresión), págs. 21-22. 

    3. Ídem., pág. 526.