Hablamos con Alba Sánchez Torres.

Doctora en Odontología y autora del libro ¿Me va a doler?

Alba Sánchez. Licenciada en Odontología, Máster en Cirugía Bucal e Implantología Bucofacial, y Doctora por la Universitat de Barcelona (UB). Profesora asociada del Grado en Odontología y del Máster en Cirugía Bucal e Implantología Bucofacial (UB), e investigadora del Instituto IDIBELL, actividades que combina con la práctica privada. Autora de múltiples artículos en revistas con factor de impacto es coautora de la Guía de Práctica Clínica nacional sobre el diagnóstico e indicaciones de la extracción de terceros molares promovida por la Sociedad Española de Cirugía Bucal.

Autora del libro ¿Me va a doler? (Cómo vencer el miedo al dentista y tener una boca saludable)

Hablamos con ella durante el Congreso de SECIB en Córdoba, así que empezaremos preguntando por la Cirugía Bucal.

Tienes un Máster en Cirugía Bucal por la UB. ¿Cambiarias la cirugía Bucal por otra “especialidad” ahora?

Siempre tuve claro que me gustaba la Cirugía Bucal y soy consciente de lo afortunada que soy por trabajar en lo que realmente me gusta. De hecho, recuerdo que decidí este camino en 3º de carrera, después de conocer al Doctor Cosme Gay Escoda, en su primera clase a inicios de curso. De verdad que su forma de explicar me cautivó, y los profesores de cirugía de su equipo me parecían auténticos profesionales. Así, yo me reflejaba en ellos, me veía como ellos, y dentro de mí se formaba mi deseo de especializarme en esta área, que es parte de mi vida hasta ahora. ¡No lo cambiaría por nada!

… decidí el camino de la Cirugía después de conocer al Doctor Cosme Gay Escoda, en su primera clase…

¿Qué te llevó a escribir este libro?

Todo empezó por la necesidad de escribir mis experiencias profesionales en una libreta. Todos llevamos una mochila a cuestas que se va llenando de experiencias y emociones, y muchas veces nos marchamos a casa meditando sobre nuestro trabajo. Trabajar en Cirugía significa hablar frecuentemente con el miedo y el dolor de nuestros pacientes. Así, empecé a escribir situaciones que me habían ocurrido, y cómo había podido ayudar a los pacientes en su mejora, qué recomendaciones les había dado y cuáles les podría dar para acompañarles mejor. Cuando llevaba páginas y páginas, me di cuenta de que eso podía tomar forma de libro para que llegara a mucha más gente y servirles de ayuda.

¿A quién va dirigido?

Inicialmente, el libro va dirigido a los pacientes. Además, incluye un apartado sobre “mitos y leyendas” comunes que escuchamos en consulta y que pueden tener un impacto en cómo viven los pacientes el hecho de acudir a la clínica o someterse a un determinado procedimiento. Sin embargo, cuando lo finalicé, me di cuenta de que era una guía o un manual para profesionales. Pienso que, si el profesional empieza por sentarse en el sillón dental y por conocer los procesos o las emociones que viven los pacientes, podrá conectar mejor con las necesidades de ellos, desarrollar la empatía relacional, favorecer un vínculo de confianza y, por supuesto, aumentar la satisfacción de los pacientes, y del resto del equipo.

Hoy día hay cursos y programas para casi todo, las fobias y los miedos no se excluyen, desde superar el miedo a coger un avión a entrar en un ascensor. ¿El miedo al dentista necesita tanto o lo tenemos más fácil?

He aquí la paradoja del miedo al dentista. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente entre un 15% y un 20% de la población tiene ansiedad dental (este término es el que se utiliza en estudios científicos para hacer referencia al miedo al dentista). En la sociedad, se da por hecho de que prácticamente todo el mundo lo sufre en un cierto grado. Cuando hablamos de miedo, metemos dentro del mismo saco distintas intensidades o vivencias del miedo. No es lo mismo el nerviosismo, que la ansiedad o la fobia. Ocurre además que es tan frecuente, que socialmente hemos desarrollado chistes o formas de hablar sobre ello que banalizan el miedo al dentista, por lo que aquellas personas que verdaderamente tienen un alto grado de miedo, con anticipación, o bien fobia, pueden llegar a sentirse incomprendidas. Es infrecuente que una persona pida ayuda psicológica por este motivo, o al menos, esto es lo que he visto a lo largo de mi experiencia clínica. Aunque hay muchos esfuerzos por parte de profesionales y de estudios científicos por acercar la salud mental a la población, aún hay muchas personas que se resisten a pensar que el miedo al dentista, o por ejemplo, superar un acontecimiento previo que ha sido traumático en la consulta, merecen ser abordados o tratados por un profesional de la psicología. Creo que hay muchas posibilidades o sinergias que están por explorar en nuestra profesión.

¿En tu experiencia los odontólogos hablan suficiente con los pacientes, o están más preocupados por la boca que por la persona?

Mi opinión al respecto es que hay muchas formas distintas de comunicar y de generar vínculos de confianza. Las personas podemos tener preferencias muy diferentes respecto al tipo de información que deseamos tener o la forma en la que queremos que se nos exponga. Considero que es importante hablar honestamente con los pacientes para cambiar nuestro propio rol de “profesional que puede hacerme daño” a “ser humano que tiene un trabajo que consiste en cuidar de la salud bucodental de sus pacientes”. Nosotros los profesionales tenemos parte de la responsabilidad de cómo nos ve la sociedad. Cuando hablas con los pacientes, te explican muchas experiencias previas y a través de ellos, he podido escuchar cómo en ocasiones se han sentido poco escuchados o que no se han tenido en cuenta sus preferencias, o al contrario, que han estado en manos de lo que consideran auténticos profesionales. Sí que resaltaría que los pacientes suelen recordar a aquellos profesionales que los han escuchado, que han formado un equipo con ellos para tomar las decisiones de forma conjunta y que les han sido honestos en todo momento, es decir, que han demostrado tener habilidades interpersonales.

Considero que es importante hablar honestamente con los pacientes … … suelen recordar a aquellos profesionales que los han escuchado …

¿Cómo reaccionan los alumnos al primer contacto con el paciente con miedo? ¿Quién crees que lo pasa peor, el paciente o el alumno?

Esta es una muy buena pregunta. El miedo es altamente contagioso y esto puede tener implicaciones en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Situemos primero qué “aspecto” tiene el miedo en la consulta. Los pacientes con ansiedad, sobre todo durante un procedimiento de cirugía, pueden experimentar cambios conductuales como hacer muchas preguntas, necesitar interrupciones, hacer movimientos bruscos, llorar, incluso gritar o apartar la mano del profesional. Es normal, es una reacción física de protección y de liberación emocional que necesita la persona porque siente que está ante una situación de amenaza o peligro para su supervivencia. Hay estudios científicos que han demostrado que la ansiedad del paciente puede dificultar el trabajo del profesional. De hecho, la ansiedad es una variable demostrada que impacta en un aumento de la dificultad quirúrgica en la extracción de terceros molares. Así, el profesional se puede ver interrumpido varias veces, perdiendo el foco en el trabajo manual, que tan acostumbrados estamos a hacer. Hay poca formación dirigida a gestionar las emociones de los pacientes, y también nuestras propias emociones o procesos cognitivos durante los procedimientos. La ansiedad del paciente puede provocar un aumento de ansiedad en el profesional, lo que puede impactar en una mayor dificultad para llevar a cabo procesos cognitivos como una adecuada toma de decisiones, además de empeorar la comunicación y la asertividad con el equipo, disminuir la destreza manual e influir en una mayor posibilidad de errores quirúrgicos. En el entorno educativo, se ha observado que a menor experiencia quirúrgica hay una menor capacidad para gestionar el estrés. Por tanto, dependiendo de la experiencia del profesional puede que sea el paciente, el profesional o ambos, los que estén sometidos a un alto grado de estrés. Con los alumnos, a veces bromeamos con dar medio midazolam sublingual a los pacientes (¡y el otro para el operador!). Sin duda, estoy segura de que en un futuro próximo empezaremos a invertir más tiempo y recursos en programas formativos para gestionar el estrés y las emociones, con el objetivo de que nuestro trabajo nos resulte más satisfactorio, que sea más sostenible y podamos prevenir el estrés ocupacional o Burn-out profesional.

Hay poca formación dirigida a gestionar las emociones de los pacientes, y también nuestras propias emociones o procesos cognitivos durante los procedimientos