Florestán Aguilar y la Academia Nacional de Medicina

    Javier Sanz
    Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina de España Magister en Bioética Clínica (UCM)
    Profesor de “Historia de la Odontología y Bioética” (UCM)

    Entre los nombramientos de mayor prestigio alcanzados por Florestán Aguilar está el de Académico de Número de la Academia Nacional de Medicina, si bien apenas pudo disfrutar este logro por tiempo escaso de un año y medio. No obstante, no estuvo exento de difi cultades el camino hasta tomar posesión del sillón nº 10 de la entonces bicentenaria
    corporación. Desgraciadamente, apenas un año y medio pudo disfrutar de este honor.

    No era un desconocido para la Academia. Florestán Aguilar había tenido algún contacto previo con la Academia Nacional de Medicina. En la sesión de gobierno de 28 de octubre de 1914 se discutió un informe de la Comisión de Gobierno sobre la provisión de dos cátedras de la Escuela de Odontología por el procedimiento establecido en la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857 “y demás disposiciones vigentes”, de tal manera que se pusieron sobre la mesa los nombres de los candidatos, pasándose a la votación secreta, que arrojó el siguiente resultado: para la primera plaza obtuvo 22 votos D. Florestan Aguilar y Rodriguez, con 5 papeletas blancas. Y para la segunda, D.Bernardino Landete Aragó, 18 votos, con 6 papeletas blancas1, cuentan las actas de la corporación.

    Además, Aguilar participó en las “Conferencias de extensión de cultura médica” que esta institución celebró en 1917, dictando una bien armada conferencia titulada Las restauraciones buco-faciales, tras haber sido presentado elogiosamente por el Secretario perpetuo, Ángel Pulido2. En esos momentos, el conferenciante lideraba la profesión odontológica y pertenecía al mismo claustro que una buena parte de los académicos de número de esta institución.
    La vacante.

    Fue que se produjo una vacante en la sección de “Anatomía” -“Anatomía é Histología normales y patológicas”- por fallecimiento del Dr. Juan Cisneros Sevillano3 el 23 de marzo de 1925. En la sesión de gobierno del 3 de junio siguiente: El Secretario que suscribe dió cuenta de la vacante causada por fallecimiento del Académico de número Sr. Cisneros y se acordó anunciar la vacante y su provisión en la Gaceta de Madrid, conforme disponen los Estatutos de la Corporación4. La plaza convocada pertenecía a la sección de Anatomía y no faltó quien pensara que quien debía suceder a Cisneros debería ser un anatómico al uso.

    Y fue que se suscitó una polémica por el dictamen al respecto de la sección de Anatomía, de tal manera que el presidente, Carlos María Cortezo, recién reincorporado el 27 de junio a dicho cargo tras recuperarse de un grave accidente, manifestó que debiera modificarse el dictamen de la Sección por proponerse en él un candidato sólo, con eliminación de los otros dos restantes. Sin embargo, un predilecto discípulo de Cajal, Jorge Francisco Tello, se mostró contrario a este parecer y ya con motivo del debate intervinieron Fernández Caro, Espina, Mariscal, Pittaluga, Decref,
    Márquez y repetidas veces los Sres. Tello y Cortezo.

    El presidente, contrario a la propuesta de Tello de que se diera lectura al informe de la sección y no se discutiera hasta la próxima sesión, ordenó que se leyeran los artículos del reglamento y los estatutos, referentes a las elecciones de los académicos de número y así diversos miembros de número mostraron sus pareceres encontrados. Pittaluga advirtió del riesgo de que el cuerpo académico votara en contra del único candidato que proponía la sección, Decref advertía de la necesidad de que la Sección de Anatomía proponga individuos manifi estamente impuestos en tal materia y Márquez manifestó la improcedencia de excluir como legos en Anatomia candidatos que ejercen con prestigio especialidades quirúrgicas, tal era el caso de quien había originado la vacante, como se verá después.

    El presidente sugirió, razonablemente, incluir a los tres candidatos propuestos, colocados en el orden que la seccion estimara, pero dejando a la Academia en libertad de votar a quien estime mas merecedor, evitando así lo que parecería señalar a la Academia quien debiera cubrir la vacante lo que no puede hacer la seccion5.

    El 6 de julio se prosiguió con el asunto, de tal manera que Tello defendió un dictamen de la sección, al cual el presidente objetó que se modificase en el sentido de hacerle comprensivo de los tres aspirantes. Decref se mostró partidario de, además del candidato de la sección, Leonardo de la Peña, incluir a Botella, pero que mantenía su actitud respecto a la eliminación del Sr. Aguilar. Se intentaron sacar adelante dos propuestas, una incluyendo a los tres candidatos, que fue rechazada por 20 votos contra 10, y otra de Pittaluga pidiendo la revisión del acuerdo de la sección, que asimismo fue rechazada por 22 contra 7 y 1 abstención. No lográndose acuerdo alguno, se suspendió la sesión6.

    Por fin, el 10 de octubre tuvo lugar la votación definitiva, no sin polémica. El presidente encareciendo la necesidad, por la índole del asunto que había de discutirse, de la mas perfecta serenidad y orden en el debate dirigió la sesión con autoridad y dio paso a la lectura del dictamen de la sección., tras lo cual opinaron algunos académicos al respecto. Slocker se manifestó en contra del mismo haciendo ver lo preciso que era reformar el dictamen de la Sección y firmaron con él Recasens, Marañón, Márquez, Esina, Amalio Gimeno, Goyanes, Mollá, Sarabia y Pulido presentando este texto, a la larga definitivo para desatascar el asunto: Los Académicos que suscriben tienen el honor de proponer a esta Academia que el informe presentado por la Sección primera sea enmendado en la siguiente forma: 1ºQue manteniendo el preambulo y parrafo primero del informe sea suprimido el parrafo 2º; y 2º Que el párrafo 3º donde dice “de los aspirantes admisibles la Seccion estima que el orden de méritos en relación con la Anotomía obliga a proponer en primer lugar a Dn. Leonardo de la Peña y en segundo lugar a Dn. Ernesto Botella” se agreguen las palabras “y en tercer lugar a Dn. Florestan Aguilar”.

    Continuó el debate con la participación de varios miembros dispuestos a dar su opinión y así Criado se mostró inamovible sobre lo que dijo el 6 de julio, Gimeno rechazó la eliminación de Aguilar, Tello impugnó la enmienda en nombre de la sección, Codina aprobaba modifi car el dictamen, Decref se mostró en contra de la enmienda, Márquez se mostró partidario de la misma sometiendo a la academia su estimación paralela, en las disciplinas médico-quirúrgicas, de las especialidades, entre las que se comprendía la Odontología, Tapia –miembro de la sección- estimó lo aportado por Slocker y manifestó que no tenía inconveniente en admitir la enmienda y suponía igual actitud en sus compañeros. Por último, Tello se manifestó de acuerdo con lo expuesto por Tapia y un recalcitrante Joaquín Decref y Ruiz, que como el candidato Aguilar había nacido en La Habana –el 28 de febrero de 1864-, hizo constar su contrario parecer.

    Fue así que la presidencia, admitida la enmienda, por la mayoría de la Sección, preguntó a la Academia si votaba el dictamen conforme quedaba con ella redactado, siendo aprobado el dictamen en tal forma con el sólo voto en contra del Sr. Decref. Se procedió pues a la votación, retirándose Decref de la sala, en la que participaron Fernández Caro, Criado, Cospedal, Hergueta, Huertas, Isla, Tapia, Tello, Slocker, Espina, Amalio Gimeno, Martín Salazar, Mariscal, Castro, Goyanes, Mollá, Sarabia, Márquez, Recasens, Valle y Aldabalde, Díaz del Villar, Rodríguez Pinilla, Álvarez Ude, Codina, Elizagaray, Carracido, Bayod, Casares, Madrid Moreno, Jiménez, González Álvarez, Piñerúa, Marañón, Simonena, Fernández Sanz, Maestre, Cortezo y Pulido. El secretario leyó las cartas recibidas de los ausentes: Pittaluga votando
    a Aguilar, Cajal a Peña en primera votación y a Botella si fuera eliminado Peña; y también un telegrama de Murillo votando a Botella y otros de García Izcara y de Pérez Valdés inclinándose por Botella.

    Efectuada la primera votación, el recuento de los votos dio el siguiente resultado: Florestán Aguilar, 17 votos; Leonardo de la Peña, 14; Ernesto Botella, 9. Papeletas en blanco, 3. Al no haber alcanzado ningún candidato los votos necesarios, se procedió a la segunda votación, de la cual ya no formaba parte Botella de acuerdo al reglamento, y ahora se impuso Aguilar por 21 votos por los 19 de Leonardo de la Peña –que también sería elegido Académico de número, en 1928-, resolviendo la corporación, como dicen las actas, que En consecuencia el Presidente proclamó Académico de numero electo al Excmº. Sr. Dn. Florestan Aguilar y Rodriguez7.

    En este punto convendrá hacer siquiera algún mínimo comentario a la luz de los estatutos y reglamento en vigor, aprobados en 19178. Es cierto que la sección 1ª se denominaba “De Anatomía é Histología normales y patológicas”, de ahí que Tello pudiera pensar que el currículo de Aguilar encajaría mejor en la sección 4ª “De Cirugía y especialidades quirúrgicas” pues, además, el artículo 6º, 4º, de los estatutos decía, en cuanto a los requisitos “Para ser Académico de número”: Haberse distinguido notablemente en los ramos de la Sección á que haya de pertenecer, por medio de publicaciones originales, por actos públicos ó por una práctica acertada y meritoria, que le haya granjeado un crédito reconocido. Sin embargo, quedaba reciente el caso del fi nado Juan Cisneros Sevillano que había dejado vacante la plaza pues era no era un anatomista en tanto que tal, sino que desde el 11 de marzo de 1911 había venido desempeñando oficialmente la cátedra de “Enfermedades de los oídos, nariz, y laringe con su clínica” en la Facultad de Medicina de la universidad Central9. Se planteaba, pues, el dilema siguiente: no causar un agravio comparativo a Aguilar con Cisneros o aprovechar la ocasión para encauzar definitivamente la pertenencia a la sección con expertos en la materia. En el discurrir del caso queda claro que la corporación optó por lo primero.

    El tortuoso procedimiento, en el que Decref tomó una actitud significada contra los méritos de Aguilar, debió dejar en éste un poso de amargura pues persona tan diligente, rodeada además de excelentes colaboradores y bien provista de medios, no daría lectura al reglamentario discurso de ingreso de inmediato. Es más, tardó ocho años en hacerlo. Curiosamente, este logro no aparece en la revista de su propiedad y dirección, “La Odontología”, durante los meses siguientes, cuando otras noticias de menor rango eran incluidas siquiera como una reseña.

    Es cierto que Aguilar venía padeciendo graves problemas oculares que afectaban a su visión, pero tampoco eso disculpa tan extenso retraso. Al fi n, en 1933, se daba cuenta en esta revista de la mejora del electo académico, si bien sufrió un nuevo empeoramiento: Ha regresado a Madrid nuestro querido director D. Florestán Aguilar; su dilicado (sic). estado de salud le obligó a permanecer en París una larga temporada, donde como ya saben nuestros lectores, fue operado por el ilustrado oculista Dr. Poyales de catarata en el ojo derecho.

    A los dos meses de operado ha tenido que someterse a nueva operación de extracción capsular por catarata
    secundaria, secuela de la primera operación. El estado actual del Dr. Aguilar, vencida algunas complicaciones surgidas después de esta segunda operación, es satisfactorio, esperando fundadamente el Dr. Poyales que le presta los más solícitos cuidados recobre la visión nuestro querido amigo10.

    El “polémico” discurso de ingreso.

    Sin haber quedado resueltos sus problemas visuales, Florestán Aguilar ingresó en la Academia el 7 de junio de 1933, cuando la corporación celebraba ese año su segundo centenario. Lo hizo con el discurso preceptivo titulado Origen castellano del prognatismo en las dinastías que reinaron en Europa, que publicó el Instituto de España y también en casi su totalidad la revista dirigida por Cortezo, “El Siglo Médico11”. El recipiendario no pudo dar lectura al mismo y de ello daba fe la nota del diario ABC del día siguiente: Como el nuevo académico ha sido operado de la vista recientemente, y aún tiene que resguardarse convenientemente, dió lectura de su brillantísimo trabajo el también
    académico D. Vicente Gimeno12.

    El tema elegido para su discurso era acorde a la relación que venía sosteniendo desde más de tres décadas con la
    Casa Real española y así, tras examinar una amplia documentación iconográfica de más de 80 retratos, abordó la deformidad del llamado prognatismo mandibular, que era de todas las alteraciones teratológicas que en la boca se observan, la que con más frecuencia se transmite por herencia, sometiendo su criterio a la perspectiva del ilustrado francés Victor Galippe, científico y divulgador, presente en todas las reuniones del “Tout Paris”, que había definido esta deformidad de manera tan cabal como sigue: …anomalía en virtud de la cual cesa de ser normal la relación entre los maxilares superior e inferior y se pierde la articulación entre los dientes, montando los incisivos inferiores sobre los superiores, proyectando la mandíbula hacia adelante, dejando el maxilar más o menos atrás…

    El tema elegido para tan ilustre ocasión despertó las sospechas de una parte del mundo odontológico13 y fue objeto de crítica por cuanto José Mayoral, hermano del rival republicano de Aguilar, Pedro Mayoral, había publicado en 1931, en la revista rival “Odontología Clínica” un excelente trabajo titulado El prognatismo inferior en los reyes españoles de la Casa de Austria14 que el nuevo académico no desconocía pues había sido presentado por el autor para ejercicio de reválida y Aguilar formó parte del tribunal que lo juzgó.

    El tipo familiar de los Austrias se caracteriza por el prognatismo y labio grueso inferiores, micrognatismo y endognatismo superior, nariz grande, recta o augusta unas veces, aguileña otras; ojos grandes, grises o azules en la mayoría, menos veces castaños; frente alta y, casi siempre, pelo rubio con dolicocefalia. Entre los caracteres cefálicos de la Casa de Austria, los más típicos son el prognatismo inferior con labio abultado y la nariz grande con micrognatismo superior. El prognatismo inferior de los Austrias es congénito y hereditario; se encuentra en la Casa de Castilla desde la primera mitad del siglo XIV y, después, en las de Aragón y Portugal, antes de unirse con los Habsburgo. También se encuentra dicha anomalía maxilar en los Habsburgos antes de unirse con la Casa de Portugal primero y después con la de Aragón y Castilla.

    Mayoral, tras un exhaustivo análisis de los cuadros expuestos en el Museo del Prado y abordando los mecanismos etiopatogénicos, diagnóstico, pronóstico y tratamiento de esta deformidad de acuerdo a las teorías del citado Galippe y las de Rubrecht15, Haecker, Strohmayer y Kantorowicz -principalmente de los dos primeros- llegó, entre otras, a las siguientes conclusiones: Los Reyes españoles de la Casa de Austria presentaron un tipo familiar característico que se ha conservado en la mayor parte de las dinastías europeas.

    De 40 individuos de la familia, de los que tenemos datos suficientes, 33 tenían prognatismo, entre ellos los 11 de las últimas generaciones. Este deplorable resultado, pues da 82.5 por 100 prognáticos, se debe a los matrimonios entre consanguíneos de una familia en la que el prognatismo inferior y el linfantismo fueron factores hereditarios dominantes.

    Volviendo a Aguilar, apostando por la teoría hereditaria de la malformación y desechando la cosanguinidad como factor fundamental de la transmisión generacional sino que tan sólo sirvió para dar fi jación más indeleble a caracteres morfológicos ya existentes, encuentra el primer prognata en don Alfonso XIII, el de Las Navas. El mismo prognatismo de los monarcas de la Casa de Castilla -aquí está su origen- en el siglo XIII, transmitido durante las generaciones de doscientos años, llega en 1450 a la Casa de Austria y sigue transmitiéndose con iguales caracteres a través de sucesivas generaciones durante cuatro siglos hasta encontrarlo en el siglo XX entre sus descendientes. Los Reyes castellanos fueron quienes transmitieron este tipo familiar a otras familias reinantes en Europa.

    Breve vida académica.
    Tras la lectura del discurso de ingreso, la preceptiva jura de guardar los estatutos y el reglamento para estampar
    su fi rma en el libro correspondiente. Así decía:

    Por fallecimiento del Excmo Sr. Dn. Juan Cisneros y Sevillano resultó una vacante en la Sección de Anatomía e
    Histología normales y patológicas para la cual fué nombrado en sesión de 10 de octubre de 1925 el Excmº. Sr.Dr. Dn. Florestan Aguilar y Rodríguez, que ha tomado posesión de su plaza en el día de hoy, recibiendo la medalla
    académica número 11 y el Diploma correspondiente.

    Madrid, siete de junio de mil novecientos treinta y tres.
    El Secretario perpetuo
    Florestán Aguilar (firma) Nicasio Mariscal (firma)16

    Sobre su participación en la vida académica consta en su expediente personal que acudió a 1 asistencia científica y a 1 de gobierno en 1933, y a 10 sesiones en 1934, entre ellas la de recepción, la inaugural y las de la recepción de sus compañeros Vital Aza Díaz, el 10 de febrero, y de Laureano Olivares y Sexmilo, el 2 de marzo.

    No gozó el nuevo académico de una trayectoria participativa como quizá le hubiera gustado. Florestán Aguilar falleció apenas un año y medio escaso después, el 28 de noviembre de 1934. La sesión necrológica en la que fue su breve casa tuvo lugar el 7 de diciembre17.