Un grupo de profesionales voluntarios, apoyados por el Colegio de la I Región, consolida una clínica para niños y adolescentes en El Gallinero, un asentamiento marginal muy cerca de Madrid
Una nueva realidad se abre paso entre la miseria, la droga, el trapicheo, la marginación y la basura que dominan los contornos de El Gallinero, un asentamiento ínfimo que sobrevive muy cerca de la modernidad y el ímpetu económico de Madrid. Los contrastes han existido siempre en la capital de España, pero ahora son seguramente más escandalosos y anacrónicos. Afortunadamente, la conciencia social, en notable desarrollo desde hace unos años, hace milagros. Literalmente. Y la Odontología forma parte de esta bendición, pues es una actividad que puede transformar el futuro de personas condenadas por anticipado. Un grupo de profesionales, apoyados por el Colegio de la I Región, lo está demostrando.
Todo comenzó con el grito de ayuda de un dispositivo móvil del Servicio Madrileño de Salud, alarmado por el alto grado de infecciones dentales de la población de El Gallinero, en las proximidades de Valdemingómez y sus vertederos, al este de Madrid. Un grupo de odontólogos, voluntarios de la ONG Zerca y Lejos, atendieron la llamada y realizaron un estudio epidemiológico en la zona. En efecto, la intervención asistencial resultaba perentoria sobre una población itinerante de no más de 500 personas, en su mayoría gitanos procedentes de Rumanía. “Nos llamó la atención la situación dental de los niños, que era peor que la de sus padres. Tenían una barbaridad de caries, seguramente por los azúcares consumidos en grandes cantidades desde su llegada a España”, recuerda Silvana Escuder, una de las odontólogas voluntarias.
Por aquel entonces, año 2011, Ramón Soto Yarritu accede a la Presidencia del Colegio de Odontólogos y Estomatológos de la I Región con el compromiso social como una de sus banderas. Escuder va en su junta directiva y ponen en marcha una comisión para fomentar y canalizar actividades solidarias y de voluntariado de la Corporación. “Rápidamente nos dimos cuenta de que el Colegio era la mejor opción para dar una respuesta a este problema y crear un proyecto asistencial y preventivo a largo plazo”.
Después de algunas intervenciones esporádicas, gracias a la colaboración de la Universidad Europea, los voluntarios apostaron por intervenir sobre el terreno, abriendo una clínica en el corazón de El Gallinero. No fue fácil determinar dónde. “Hay algunas ONG que están en la zona y que hacen un trabajo formidable en otros ámbitos. Incluso algunas nos propusieron lanzar un proyecto conjunto. Finalmente, optamos por la parroquia Santo Domingo de la Calzada, por el conocimiento que teníamos del cura Agustín Rodríguez, que nos cedió una pequeña sala en la que hace años hubo una consulta de pediatría”.
El sitio es estratégico, relativamente cerca de los asentamientos, y al lado de donde aparca el autobús de la Agencia Antidroga de Madrid. “Abrimos la consulta en 2013, vamos a cumplir ya cinco años. Todo el material fue procedente de donaciones. Empezamos a trabajar solo los voluntarios, pero a los dos años nos dimos cuenta de que la consulta se había convertido en una auténtica clínica, como la que pueda gestionar el mejor profesional”. Ahí fue donde el Colegio mostró sus posibilidades para cubrir un proyecto de estas características, porque siguió facilitando material, al margen de donaciones, y creó un puesto de trabajo para la gestión y organización de la consulta, encomendado a Sukaina El Qalai, que vive en la zona.
Hoy, tras haber atendido a más de 1.000 niños en estos casi cinco años, el gabinete está plenamente consolidado, afirma convencida su actual coordinadora, Mónica Pérez Morad. “Nuestro objetivo principal es cambiar realidades porque los odontólogos del siglo XXI, con la tecnología de la que disponemos y el conocimiento etiológico de las patologías más comunes, podemos hacer algo más que una práctica puramente asistencial. Podemos transformar el futuro de los niños y hacer que lleguen a la edad adulta con una boca sana”.
Por muy dañada que esté la dentición temporal, que lo está, la permanente sigue sana, ahí dentro, esperando a ser protegida. “Intentamos que los niños de El Gallinero tengan parecidas dentaduras, cuando sean adultos, a los niños escandinavos”. Pero antes de llegar a esta realidad, hay un primer y laborioso trabajo asistencial. “Curamos lo que está enfermo, que es mucho. Abarcamos todos los tratamientos salvo ortodoncia. Tratamos caries, hacemos endodoncias, tanto en permanentes como en temporales, limpiezas, odontología restaurativa, tratamiento de encías, tratamiento periodontal básico, exodoncias y hasta un poco de estética, en dientes fracturados o con manchas”.
Los niños de El Gallinero presentan una gran incidencia de las enfermedades habituales de la boca: caries dental y enfermedad periodontal. “Han nacido en familias de un nivel sociocultural bajo y desconocen los hábitos higiénicos para no enfermar o para prevenir. Son además altos consumidores de hidratos de carbono. Tenemos muchos casos que sin haber cumplido 5 años, ya tienen caries rampantes, es decir, presencia masiva de caries en todas las piezas dentales. Sus bocas presentan un nivel constante de acidez por el consumo excesivo de azúcar y por la falta de acceso a productos como el fluor, que combatan esa desmineralización del esmalte”.
Pero la misión de estos odontólogos no termina en la intervención asistencial. En realidad, es aquí donde comienza. “Nosotros creemos en una odontología para la salud. Que el paciente no enferme. No nos vale aquí el esquema tradicional de nuestra práctica, porque nunca acabaríamos de curar, siempre vendrán otros niños con los mismos problemas. Se trata de volcarnos en la salud futura, introduciendo hábitos y procurando prevenir la enfermedad”. Esta misión, pese a toda la voluntariedad que conlleva, no es precisamente fácil, subraya Pérez Morad: “La odontología que practico en El Gallinero no difiere en absoluto de la que hago en mi consulta. Aquí respondemos a un imperativo, el paciente no tiene capacidad de elección, de marchar a otra consulta. Por eso, los profesionales afrontamos aquí una situación de máxima exigencia en calidad”.
Para Escuder, la odontología puede ser una herramienta muy útil en la difícil tarea de la integración social de colectivos desfavorecidos y marginales. Por eso anima a los profesionales a que den el paso y dediquen parte de su tiempo a construir este compromiso y a mantener la llama del gabinete dental de El Gallinero. El Colegio de la I Región mantiene su comisión social para dar salida a estas iniciativas individuales que, sumadas y planificadas, permiten experiencias verdaderamente transformadoras, increíbles por el entorno, pero maravillosas en su resultado de salud dental.